¡Cuántas veces necesitamos sincerarnos y no lo hacemos! ¡Vaya usted a saber las razones!
Sincerar, sincerarse con una o varias personas, puede llegar a ser tan difícil, que se queda en mero propósito.
Según el Diccionario de la lengua española, una de las definiciones de sincerar es hablar sinceramente con alguien, especialmente contándole algo que se mantiene oculto.
¿Somos siempre sinceros en nuestro diario vivir, es decir, hablamos con sencillez, veracidad y libres de fingimientos o hemos convertido nuestras expresiones verbales para presentarnos como quisiéramos ser y, lamentablemente, no somos?
¿Es el hablar un arte que algunos habladores, como Crispín, el personaje de don Jacinto Benavente, en su obra Los intereses creados, utilizan para alcanzar sus metas, sin darle importancia a la moralidad, pues el fin que persiguen es el supremo bien que anhelan y están dispuestos a cualquier cosa, con tal de alcanzarlo?
¡Vamos! No se aleje del tema. En todo tiempo debemos estar atentos a identificar a las personas que son sinceras y quienes no, así como reconocer si nuestros interlocutores aceptan confiadamente nuestras palabras como sinceras, pues saben que no engañamos.
¡Qué importante es brindar confianza a los demás con nuestras expresiones, por duras y explícitas que sean, y qué tristeza ver la incredulidad o la desconfianza en sus pupilas!
¿Por qué no me cree? ¿Qué está pasando?
Muchas veces el problema puede estar en el receptor y no en el emisor.
La historia de cada persona va formando en ella sus patrones de conducta y su propia manera de asimilar las expresiones vertidas por otros.
El ambiente de confianza o de desconfianza vivido en los iniciales coloquios familiares seguramente deja en la memoria improntas difíciles de superar, que pueden remitir, casi automáticamente, a la duda o a la incredulidad.
¡Qué difícil es vencer a la desconfianza!
Probablemente usted ha escuchado una frase igual o parecida a esta: Si ya me mentiste una vez, ¿por qué voy a creer ahora?
¡Ah! Socialmente: qué inmenso capital es el de la credibilidad.
Por eso es importante sincerarnos con los demás, las veces que sea necesario, para explicar razonadamente nuestro pensar y nuestro actuar, así como pedir disculpas y ofrecer y cumplir las rectificaciones que fueran pertinentes.
Si en las relaciones personales, familiares o sociales sincerarnos es pertinente y deseable, otro tanto y en mayor grado es, me parece, hasta exigible en las relaciones de quienes demandan el voto de los ciudadanos en las campañas electorales.
Creo que se debería trabajar en el tema de la aceptación ética de los candidatos y probablemente su resultado sería esclarecedor y útil para los votantes.
Pero no solamente ellos sino también nosotros mismos deberíamos tener muy claro la importancia del honesto decir y actuar para que nuestra credibilidad sea admitida por el común de las personas, pues pueden existir quienes podrían interpretar mal nuestras acciones u omisiones, aun sin conocer nuestras razones.
¿Debemos sincerarnos nosotros y también los candidatos? ¿Sería tan amable en darnos su opinión? (O)