La Iglesia cristiana eligió el 25 de diciembre para celebrar el nacimiento de Jesús el Cristo, en afán de inculturar la nueva fe con cultos solares preexistentes, facilitando con ello la evangelización. También otras religiones del Hemisferio norte escogieron para el nacimiento de sus dioses fechas cercanas al solsticio de invierno (actualmente el 21 de diciembre), porque a partir de ese día las noches comienzan a reducirse y el sol “vuelve a crecer”.

Historiadores serios se han preguntado si el hecho de haber nacido un 24 de diciembre, no influyó en la personalidad de Gabriel García Moreno haciéndole creer estar predestinado para una misión especial. Quizá por este presagio solsticial, el presidente mártir insinuó considerarse llamado por un designio providencial a transformar su país, aún a costa de su vida. Para cumplir con esta misión autoimpuesta o decretada por una voluntad sobrehumana, tenía dos herramientas principales, educación y vías de comunicación. Llegó a decir algo muy parecido a “tenemos carreteras, tenemos patria”. En su momento, el otro de los grandes caudillos ecuatorianos, Eloy Alfaro, pudo haber extraído un mandato similar, una predestinación, de los mensajes recibidos en sesiones espiritistas a las que era muy adepto. Sobre estas tenidas ocultistas se cuentan anécdotas que respaldan esta posibilidad. También habló de que este sacrificio le costaría la vida. En ambos casos su vocación los llevó al martirio.

Es un rasgo necesario en la personalidad del caudillo esta certeza de su unción. Para convencer a las multitudes hay que autoconvencerse. Cuando se topan con una nación con inclinaciones mesiánicas, la fórmula funciona de maravilla. El mesianismo, esa esperanza en la llegada de un ungido (en griego, de un Christós; en hebreo, de un Masiah), se da en comunidades que se sienten incapaces de resolver por sí mismas su problemática histórica y geográfica, y esperan la llegada de un salvador desde un espacio-tiempo mágico. Ese es terreno fértil para el caudillismo. En el Ecuador, el actual caudillo en el poder no ha apelado ciertamente a alguna fuente sobrehumana para justificar su misión, sin embargo, hay indudables rasgos mesianistas en su discurso. Por ejemplo, la pretensión de haber partido la historia en un Viejo Testamento, el país de la partidocracia, y un Nuevo creado personalmente por él. Está también el decretar que su palabra, es el mayor tesoro a preservar. Y, por supuesto, la posibilidad del martirio, que se dará en algún buen lugar para morir. En muchas mitologías los ungidos se retiran y encargan el desarrollo de su proyecto a un discípulo, este siempre traiciona las ideas del maestro, el cual vuelve a restaurar la pureza de su plan. Así lo hicieron García Moreno y Alfaro. Tras alejarse de la presidencia, la retomaron con sendos golpes de Estado contra sus vicarios y se empeñaron en radicalizar sus reformas. El actual caudillo está por ceder el poder a un allegado, tal como lo hicieron sus antecesores. ¿Quieren apostar a que el suplente principalizado terminará tan mal como en su siglo acabaron los presidentes Javier Espinosa y Lizardo García, derrocados por sus mentores? (O)