Eran los primeros años del siglo XXI. En Venezuela en 1999 había asumido el poder el coronel Hugo Chávez Frías. En Brasil, en las elecciones del 2002, triunfó el Partido de los Trabajadores con Luiz Inácio Lula da Silva, cuyo gobierno se inicia el 1 de enero de 2003.

Los dos procesos pasaron a ser referentes en América Latina. Se los identificó como el inicio del “Socialismo siglo XXI”.

Su marco teórico se alimentó en el llamado Foro de Sao Paulo, iniciado el año 1990.

Los escenarios en los dos países, al cierre del 2016, son desastrosos, y lleva a identificarlos como evidencias de la “Corrupción siglo XXI”.

Los casos de Argentina, con los Kirchner –Néstor y Cristina– y de Nicaragua –con Daniel Ortega y Rosario Murillo– en profundización de corrupción pueden ser hasta peores, pero por ahora analicemos lo de Venezuela y Brasil.

Solo para un caramelo
El billete de mayor denominación de Venezuela hasta el viernes 2 de diciembre de 2016 era de cien bolívares fuertes, su poder adquisitivo se reducía a la posibilidad de comprar un caramelo.

El 2 de diciembre se anunció el billete de dos mil bolívares fuertes –que permitiría comprar o doscientos caramelos u otras cosas de ínfimo valor–.

Lo de bolívares fuertes tiene su explicación. Cuando Hugo Chávez llegó al gobierno de Venezuela –entonces potencia mundial en producción y comercialización de petróleo, pero de profundas desigualdades y de derroche de recursos públicos y de fortunas privadas– el año 1999, la moneda era el bolívar y se cambiaba alrededor de 570 bolívares por un dólar, luego de un severo proceso devaluatorio.

Chávez ofreció recuperar el poder adquisitivo del bolívar y se hicieron varios ensayos cambiarios que fueron fracasando unos tras otros, con profunda carga de corrupción. El año 2008, Chávez estableció el bolívar fuerte, equivalente a un mil bolívares viejos –el viejo se cambiaba a 2.150 bolívares por dólar; y, el bolívar fuerte tuvo el cambio inicial de 2,15 bolívares por dólar–. A la primera semana de diciembre del 2016, tres mil setecientos bolívares fuertes hacen un dólar. Una depreciación de 1.721% en ocho años.

Chávez y Maduro, con sus camarillas, han destruido a Venezuela.

Y así Maduro anunciaba días atrás que no podía poner en riesgo el proceso en ese país, con elecciones el 2017 –proceso que ahora él dice encarnar, realmente muy marcado por la corrupción y sus vínculos con el narcotráfico– por lo que convocaba a un levantamiento popular, con el objeto de que “para siempre” gobierne ese país la “Revolución Bolivariana”.

La percepción de descaro
Desde el entorno del Gobierno ecuatoriano se repite y repite que la peor rigidez en el país, en su economía y finanzas, está en la dolarización, por la apreciación del dólar respecto a otras monedas, porque si hubiese soberanía monetaria y cambiaria, esas variables podría utilizarlas el Gobierno.

Será difícil encontrar ciudadanos que frente a ese enunciado, no piensen ¡qué descaro!

Todos llevan
El proceso político, económico y de finanzas públicas en Brasil se desarrolló de manera diferente con el Partido de los Trabajadores y los Presidentes Lula y Dilma.

Se sentaron y compartieron la mesa de la corrupción, con las macroempresas de ese país y otras fuerzas políticas, desde el 2003.

En los dos períodos de Lula y en el primero de Dilma hubo mucho dinero, gasto e inversión pública, hasta que la corrupción se desbordó.

Para el segundo período de Lula (elección del 2006), se llegó al pacto político de compartir el poder entre el Partido de los Trabajadores y el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), antes enfrentados, el que se mantuvo hasta la segunda elección de Dilma, 2014, con esta de presidenta y Michel Temer de vicepresidente, en fórmula, a los que se unieron otras fuerzas como la de Collor de Melo, senador que tuvo que renunciar a la Presidencia ahogado por la corrupción el año 1992.

El pacto se hace trizas cuando se evidenció que atrás de todo estaba –y está– uno de los mayores engranajes de la corrupción de América Latina, Petrobras incluida, y las grandes empresas de ese país, como Andrade Gutiérrez y Odebrecht.

Los contratos de Odebrecht en el Ecuador, de años recientes, se hicieron con la intermediación de Lula.

En un proceso de delación concertada con 77 ejecutivos de Odebrecht, ya se habla de desviaciones por miles de millones de dólares. ¿Deberemos estar seguros de que la corrupción de Odebrecht no se produjo en los contratos en el Ecuador?, ¿o, simplemente, todavía está encubierta?

Definitivamente, la corrupción no tiene ideología, se lo evidencia en Brasil.

¿Y, en el Ecuador?
La percepción es que está generalizada en los espacios de poder. Personalmente, quiero negarme a creerlo.

Sí. hay evidencia de falta de transparencia.

También del desmantelamiento que se vino dando desde el 2007 de la normativa precontractual que se había dictado para que no haya facilismo propiciatorio de la corrupción, cual fue –entre otras inconductas– la eliminación de los pronunciamientos precontractuales que debían dar la Contraloría y la Procuraduría.

Luego se le quitó a la Contraloría la competencia para auditorías de gestión, condenándola a actuar solo sobre hechos consumados. Lo más grave, no siempre se le da la correspondencia que se espera merezcan sus pronunciamientos, que no son infalibles, por lo tanto sí son refutables, pero siempre debe haber la debida sustentación desde la entidad de control y por quien discrepe con tales pronunciamientos.

Se vuelven inexplicables formas de protección a actores en que se desborda la corrupción cual fue el caso del pariente Pedro Delgado, autorizado para viajar al exterior “porque va a regresar”.

El caso Petroecuador
La percepción es que hasta ahora solo se han dado nombres de actores de reparto, no necesariamente de los principales.

Se multiplicaron las burlas cuando se allanó la vivienda de uno en que era evidente su condición de subalterno y se anunció que era “el cabecilla”, lo que luego expresaron que había sido un mal entendido.

¿Será una especie de cloaca la estatal petrolera? Ante una comisión de la Asamblea, a fines de noviembre del 2016, el contralor ha señalado que, en particular sobre esa, existen 42 informes con indicios de responsabilidad penal, 38 por peculado.

Lo de la repotenciación de la Refinería de Esmeraldas sería un ilícito delincuencial de los tantos que estarían por establecerse.

¿Hay que huir de los temas de la corrupción?
Parece que es la decisión.

Para eso, sería la propuesta de nuevo impuesto a la plusvalía, a fin de que se apruebe como ley urgente hasta el cierre del mes de diciembre del 2016, rompiéndose el compromiso del presidente Correa de meses atrás de que esa ley solo se propondría cuando haya condiciones para debatirla, que no es el caso en 30 días entre las fiestas de Quito, la Navidad y los festejos de fin de año. Para nada es indispensablemente urgente.

Sobre el tema de la liquidez bancaria, de la apropiación del gobierno de parte de esa liquidez, no registrándola como deuda del Gobierno, tantas falacias se expresan, que obligarán a un análisis específico. (O)

¿Será una especie de cloaca la estatal petrolera? Ante una comisión de la Asamblea, a fines de noviembre del 2016, el contralor ha señalado que, en particular sobre esa, existen 42 informes con indicios de responsabilidad penal, 38 por peculado.