Cuando la realidad se vuelve tan compleja, pesada y difícil de admitirla surge el mito para explicar de manera sencilla, maniqueísta y mentirosa la vida misma. Se ha ido uno de los grandes maestros del arte de manipular la realidad hasta volverla pregón, dogma y mito. Se fue Fidel Castro, quien gobernó con mano de hierro Cuba por 49 años y 49 días. Se fue un astuto y funcional actor de la Guerra Fría que con la crisis de los misiles logró no solo que la URSS fuera el garante de su seguridad sino que también recibió 5 mil millones de dólares anuales (la misma cantidad que EE.UU. otorga a Israel) con los que incluso acabó con la excelente y vanguardista producción de azúcar. Se fue Fidel Castro pero dejó su herencia. Un legado de crueldad y retraso que se pretendió justificar por sus logros en educación y salud. ¿Para qué uno sabe leer si no puede escoger los libros que desea, o escribir si solo está permitido la prensa oficial y proscripta la crítica? ¿O estar sano si vive encerrado en la mayor prisión de América?

De estas incoherencias Fidel hizo catecismo y como hábil prestidigitador se encargó de contradecir la razón con los mismos argumentos con los que se los criticaba. Cuando le espetaban la falta de libertad cuestionaba de qué sirve si con ella elegimos a nuestros verdugos o con la democracia que solo prohíja una cáfila de políticos sinvergüenzas. Tenía siempre una respuesta hasta que la realidad le pasó la factura. La salud cubana no era tan buena como preconizaban, pues la primera operación en su cuerpo la llevó adelante un español traído de emergencia. Con Chávez se comprobó lo mismo. Abandonó la operación del poder pero siguió habitando en su sombra. Se disfrazó con un traje deportivo de una conocida marca alemana (ya sabremos pronto si hubo sponsoreo detrás) y recibió en su casa a quien tuviera tiempo de compartir en vivo con un habitante real del jurásico político mundial. Pocos pudieron evitar su magnetismo. Fernando Lugo pidió permiso al Congreso del Paraguay para una revisión de la rodilla cuando en realidad quería estar arrodillado recibiendo las lecciones del viejo tirano devenido en gurú.

La más cruel de las ironías es que el día en que empezaban las pompas fúnebres aterrizaba en La Habana el primer vuelo comercial de American Airlines desde Estados Unidos.

Cuba sigue en su pobreza. La misma que dio origen a su levantamiento contra Batista. Se quejó muchas veces del mismo sistema que diseñó y que cambió innumerables veces buscando dar con la tecla que combine autoritarismo y progreso económico. Otros dictadores políticos lo lograron (los de Singapur, Corea o Taiwán) él: no pudo. Se lamentó de la pereza tropical de su pueblo o de su falta de entusiasmo con el trabajo no comprendiendo jamás cuales eran los motores que hacían que los ciudadanos tengan deseo de progresar y desarrollarse. Creó una tenebrosa policía política cuyo know how lo extendió por toda América y parte de África. No pudo nunca contra la cultura de EE.UU., cuyos valores deportivos y artísticos siguieron siendo muy admirados por su pueblo. Cada balsero le recordaba que las cosas no iban bien adentro. Jugó hasta con ellos como en el caso del Mariel y convirtió cada tema particular con EE.UU. en un asunto de Estado, como el de Elián González. La más cruel de las ironías es que el día en que empezaban las pompas fúnebres aterrizaba en La Habana el primer vuelo comercial de American Airlines desde Estados Unidos.

El mito del revolucionario, del David tropical frente al Goliat vecino, el mismo al que sus seguidores le perdonaban todo se fue el viernes con nocturnidad y alevosía, como todos sus actos de representación política y mitológica. (O)