Guillermo Lasso ha puesto su gran oferta sobre la mesa electoral: generar un millón de puestos de trabajo mediante un giro radical en el modelo económico para que este descanse en la inversión privada nacional y extranjera. Su oferta está dirigida a enfrentar el principal problema del país mencionado por los ecuatorianos en las encuestas de opinión: la falta de empleo.

No es una propuesta novedosa salvo por los números que propone: un millón de empleos en cuatro años, lo que supone darle la vuelta de manera inmediata al entorno económico para generar 250 mil nuevos puestos de trabajo al año. Significa, según cálculos de diario Expreso, traer al país cerca de 20 mil millones de dólares de inversión privada para cumplir con el ofrecimiento. Lasso propone algo muy sencillo y arriesgado a la vez: transferir una cantidad enorme de recursos al sector privado mediante la eliminación de 12 impuestos –¡sí 12 impuestos!–. Una suerte de paquetazo tributario a favor del sector privado a cambio de que los recursos sean invertidos en la generación de empleo.

Si se presenta como una fórmula muy sencilla se debe a que constituye la base de cualquier modelo capitalista sustentado en los incentivos a la inversión privada, seguramente también en una amplia desregulación del mercado, que quizá llegue hasta las políticas laborales, y dejar al Estado lo más lejos posible de la actividad productiva. Es una fórmula parecida a la que propone tanto Donald Trump para atraer miles de millones de dólares de inversión a los Estados Unidos, como la derecha empresarial latinoamericana para lograr un desarrollo potente del capitalismo en la región. No hay que sorprenderse, por tanto, que el equipo de Sebastián Piñera, expresidente de Chile, seguramente candidato nuevamente en las próximas elecciones de su país, haya asesorado a Lasso en la definición de su oferta electoral.

Si la propuesta parece arriesgada, se debe a un motivo poderoso: ¿Qué garantías puede ofrecer la empresa privada de que todos esos fondos transferidos a su favor los invertirá en nuevos empleos? ¿Y si no los invirtiera? Pues el Estado cometería un acto de redistribución regresiva de la riqueza generando mayores desigualdades y concentración de la riqueza en el país. Habría que preguntarle al señor Mauricio Macri en Argentina si los estímulos ofrecidos a la empresa privada, en una línea parecida a la de Lasso, se han traducido efectivamente en retornos de capitales e inversión a su país.

No se trata de levantar fantasmas ni prejuicios hacia la derecha. La revolución ciudadana nos dejó bastante curados frente a los experimentos estatistas de refundación nacional. Hay que responsabilizar precisamente a esa izquierda populista, autoritaria, dogmática, caudillista, como Alianza PAIS, del giro que hoy propone la derecha hacia un modelo de transferencia de recursos al sector privado. La gran tentación en Ecuador y América Latina es transformar al Estado en el gran ogro filantrópico, como llamó en su tiempo Octavio Paz al Estado priísta, y olvidarse del rol fundamental que tiene en la generación de equidades, cohesión social, inclusión y redistribución, aquello que ha dado a la revolución ciudadana sus fortalezas políticas.

Las novelerías de la derecha pueden resultar tan dogmáticas y simplificadoras de la realidad como ha sido el discurso del socialismo del siglo XXI del señor Correa. (O)