Buscando un local preguntamos a cinco personas empleadas en distintos almacenes por el sitio, apenas una pudo indicarnos dónde estaba. Me inquietó cómo tantas personas que pasan a diario por ese lugar no lo ven. ¿Podría ser una indicación de la poca atención que presta la gran mayoría al mundo? ¿Será una muestra de la apatía y triste rutina diaria? ¿Cómo vota el ecuatoriano que apenas pone atención a su entorno?

Es despreciable ver tantos candidatos que representan intereses de pocos, aunque peor es oír a los dueños de partidos y sus seguidores defender esa democracia patoja. Repiten lugares comunes como “todos tienen derecho a ser candidatos”, sin que nadie pueda preguntar dónde está el deber de esos candidatos, de esas caricaturas de movimientos políticos de hacer un trabajo político serio, pedagógico, debatido, crítico, que estudie formas de mejorar el país a partir de la participación, de la mínima responsabilidad de preparar a sus equipos para gobernar y legislar. Es increíble que el representante de la provincia más golpeada por el terremoto sea un árbitro que hasta hace poco pitaba en canchas. Que un joven presidenciable sea tal por haber pasado sin trascendencia por un puesto burocrático al cual llegó por el mérito de conocer a alguien. Que otro tenga la imagen de su padre como impulso, pero que quiera ser juzgado por sus actos, excepto aquellos que lo acercan a la violencia contra el Bolillo o mujeres. Que se explique la presencia de una cantante por la canción que le hizo al líder y eso se malinterprete como compromiso con el país… así la lista de improvisados llega a miles.

Parece que los partidos están tras una destrucción perversa de la cultura del esfuerzo, trabajo, estudio y honestidad intelectual. Un menosprecio por la sabiduría a costa de simplificar la realidad al punto de poner la cara que tal vez recuerde el elector de un payaso de fiesta infantil, de futbolistas trinqueros o de cantantes de mucho movimiento y cero poesía. No son los títulos ni las fachadas sino los actos anteriores a su elección los que harán del político comprometido un representante digno en la asamblea o gobierno. Nuestro derecho y deber es criticar que los méritos de vida sean frivolizados. No nos asusta que vulgares politiqueros nos digan elitistas, deberían pedir disculpas por usar propaganda para disfrazar la mediocridad de su política.

Llegaremos a las papeletas con más escepticismo, tratando de identificar a los menos malos probablemente porque tantas veces nos han ofrecido soluciones, dizque preguntando nuestras necesidades y opiniones para obviarlas y hacer lo opuesto. Vamos sin ilusión para al menos tampoco tener culpa cuando sean electos y fracasen.

Joseph de Maistre en una carta de 1811 como enviado del rey de Sardinia ante el Zar Alexander I de Rusia escribió sobre su desprecio por la democracia que invadía Europa a costa de las monarquías que él añoraba: “Cada nación tiene el gobierno para el que está lista”. Aquella traducción es más paternalista que la que usualmente oímos y parafraseo: Tenemos los candidatos que como pueblos merecemos.

No es así, no tenemos de dónde escoger, las listas son malas. A la mayoría no nos representan. Nos subestiman pensando que no vemos el mal trabajo que hacen al presentar listas de ineptos escogidos por razones erradas. Están cada día más lejos de lo que Ecuador merece. (O)