Una preocupación de Jenny Estrada, directora del Museo Julio Jaramillo, manifestada en una carta a este Diario, nos alertó sobre un tema que tiene importancia para nuestra ciudad. El Conservatorio Nacional de Música Antonio Neumane, fundado en 1928, que enorgulleció al país con sus resultados, manifestados en intérpretes, compositores y maestros de excelencia, ya no existe. Ha sido convertido en Colegio de Artes, con lo cual no podrá destinar el tiempo que se requiere para una seria formación musical, pues deberán dedicarse maestros y alumnos a las materias generales del bachillerato, dejando para la música las pocas horas que se dedican a lo complementario.

En general, la música es formidable medio educativo, es clave para el desarrollo integral del cerebro a través de los estímulos en el descubrimiento sonoro, es básica para el desarrollo de la sensibilidad, es importante para entender que hay una diferencia enorme entre la armonía y el caos y que tiene su propio lenguaje porque la palabra no es la única forma de manifestar amor, dolor, entusiasmo, ira, patriotismo, solidaridad; existe también el lenguaje de las artes y en el caso de la música, el lenguaje de los sonidos creados por los compositores que nos han dejado y nos dejan expresiones tiernas, desoladas, alegres, épicas, triunfales. Por todo esto la apreciación musical, la oportunidad de aprender a escucharla, el acercamiento, por lo menos a lo elemental de su origen y su misterio, deben ser para todos. Pero hay quienes tienen aptitudes especiales y un interés enorme en la música como expresión vital, una vocación fuerte, que es un claro llamado a convertir la música en el centro de su realización personal y de su contribución a la sociedad. Ellos tienen derecho a la oportunidad de educarse y es lo que han perdido quienes no tienen dinero para ir a un conservatorio privado.

Es sabido que la mejor edad para iniciar estudios musicales y aprender a tocar un instrumento es entre los 5 y 6 años, con maestros especializados que conviertan el aprendizaje en una actividad lúdica. Se conoce también que el estudio profesional y académico de la música requiere al menos diez años y, según los casos, doce y trece. La formación para quienes tienen la vocación y, en consecuencia, el talento necesario para la música, no puede asimilarse a los estudios generales, es algo especial que requiere un tratamiento diferente.

No conozco los antecedentes que llevaron a la decisión que comento, pero es difícil de entender que no se haya optado por resolver los problemas, si los había, salvando siempre la naturaleza académica y pedagógica que un centro de educación especializada requiere.

Guayaquil vive un momento especial de desarrollo musical, manifestado en la excelente calidad de nuestra Orquesta Sinfónica, en la Escuela del Pasillo, que está dando compositores e intérpretes de gran calidad, en los esfuerzos de la Orquesta Filarmónica Juvenil y del Colegio República de Francia, para mencionar solo algunos ejemplos y, por supuesto, esto ha estimulado el despertar de vocaciones que con esta decisión no podrán realizarse, sobre todo y, esto es lo peor, si se trata de alguien que no tiene dinero. (O)