Hace unos días, sin buscarla, encontré en el Canal 188, que se identifica como Europa Europa, una película italiana que con el título de Viva Italia, y en el género de comedia, planteaba un tema muy serio.

No pretendo contar toda la historia, pero sí me interesa compartir con ustedes, amigos lectores, el tema que planteaba. Empieza cuando un conocido personaje parlamentario está nuevamente en campaña y de repente se enferma y es conducido al hospital. Allí, la película no explica por qué, pero los médicos informan a los familiares que ya habían notado un cambio en su comportamiento, que había perdido la facultad de discriminar sus pensamientos para elegir lo que decía y lo que callaba y que, simplemente, diría exactamente lo que pensaba.

A partir de ese momento sus discursos políticos resultan incómodos para sus compañeros de partido y para quienes diseñan la campaña, el candidato dice lo inesperado, en otras palabras, dice la verdad.

Entonces es relegado a segundo plano hasta casi desaparecer de las actividades políticas, y la película se centra en las dificultades familiares y sociales que genera su nuevo comportamiento. Confieso que entonces no seguí con atención la trama porque se me volvió inevitable preguntarme ¿cómo sería nuestra campaña si todos los candidatos solo pudieran decir la verdad?

¿Hubieran dicho lo que dijeron al inscribir sus candidaturas o nos hubieran ofrecido su visión real de cómo recibirían el país y de lo difícil que será salir de la situación en la que nos encontramos? ¿Los candidatos oficialistas nos hubieran dicho por cuánto tiempo trabajaremos para pagar la desmesurada deuda que nos dejan? ¿Alguien habría explicado la verdad en ciertas negociaciones que están hoy bajo el lente de la justicia? ¿Y quienes tienen la responsabilidad de controlar hubieran explicado las verdaderas razones por las que no lo hicieron?

Se imaginan a alguien en una tarima presentando candidatos y diciendo lo que piensa de cada uno, ¿qué tal si dijera les presento a… que en realidad no está preparado para la función que se espera que desempeñe, pero no hará problemas, siempre alzará la mano, siguiendo la orden que le llegue y cobrará el sueldo puntualmente? ¿Ahora, quien le sigue en la lista, no tiene ninguna experiencia, no entiende de lo que se trata, pero es popular, en realidad, se lo puso porque atrae votos, lo demás es controlable? Y si algún candidato que visita un pueblo dijera en su discurso que ese lugar no le gusta, que se siente incómodo con los zapatos con barro y que le pareció horrible tener que comer en el mercado, que está harto de besar niños y abrazar viejitas y que la verdad es que no le ve mucho futuro a la población?

A partir de este momento, usted, amigo lector, imagine lo que veríamos y oiríamos en la campaña si los que en ella participan solo pudieran decir la verdad.

Yo solo les cuento que al final de la película, el protagonista ha tomado conciencia de lo que le ocurre y ha empezado a entender el valor de la verdad, incluso para saber quién es él, realmente, y propone que se añada un artículo a la Constitución en el capítulo que se relaciona con los derechos: la garantía al derecho a la verdad. ¿Votaríamos por él, amigo lector, o también nos sentiríamos incómodos?

(O)