Cada año celebramos la fiesta de Navidad sin importar lo que ocurra en el país o el mundo. Y parece que los almacenes y centros comerciales se adelantan en recordarnos que llegó el tiempo de hacer el presupuesto de gastos navideños, medir nuestra capacidad de endeudamiento, revisar la lista de obsequios, empezar a desempolvar los adornos a fin de celebrar como nos gusta.
Para conmemorar dignamente el nacimiento del Salvador del mundo esta celebración cristiana tiene también un tiempo especial de preparación espiritual. Es el tiempo llamado Adviento, que comprende las cuatro semanas anteriores y que este año se inicia el domingo 27 de noviembre, coincidiendo siempre con el inicio del año litúrgico.
Por los años sesenta el padre José Gómez, colaborador de este Diario y asesor del Movimiento Familiar Cristiano, fue el primero que nos introdujo en la vivencia familiar de este tiempo litúrgico.
Descubrimos la posibilidad de vivir una Navidad más plena y comprometida. Se trata de prepararnos para el cumpleaños más importante de la historia y no puede ser como cualquier otro.
El tiempo de Adviento nos permite enriquecernos con la reflexión en familia, nos invita a revisar nuestra vida personal y nos da la oportunidad de preparar un regalo muy íntimo y auténtico para el dueño de la fiesta, que nos pide ser mejores cada vez, amar más, darnos más…
Ahora la llamada corona de Adviento es ya muy conocida y se las puede adquirir hechas. Las familias se reúnen a su alrededor y cada semana se encenderá una vela más. Los niños quieren unos usar los fósforos y otros están listos a apagar las velas al final.
¿Cómo preparar una celebración de Adviento que integre a todos los miembros de la familia grandes y chicos?
La ambientación se logra iniciando con un canto propio de esta época, que son de esperanza, diferente a los villancicos.
Para la reflexión se puede partir como base de los evangelios dominicales de este tiempo o de los personajes más relacionados con la llegada de Jesús; se puede escoger una virtud para cada semana o los mismos símbolos navideños y también se puede dedicar un día al significado de los regalos. Profundizar en el mismo Jesús es muy valioso y comprometedor.
Pero, es importante, para grandes y pequeños, introducir el tema con algún juego o dinámica que siempre motiva, divierte y une.
Una vez que se ha hecho la reflexión se apagan las luces de la casa si es de noche y se enciende la corona para cantar y rezar alrededor haciendo peticiones o dando gracias y terminar con la oración que Cristo nos enseñó.
Al final se reparten papelitos con compromisos para la semana o se da un tiempo para que cada uno haga su propio compromiso personal.
No permitamos que la comercialización de esta fiesta se imponga sobre su maravilloso significado: el regalo más grande que Dios Padre ha dado al mundo, al cual debemos acoger, recibir y regalar, como Jesús mismo quisiera. (O)