El Departamento de Asuntos Económicos y Sociales (DAES) de las Naciones Unidas señala que el 54% de la población mundial se ubica en las zonas urbanas, estimándose para el año 2050 que este guarismo ascienda al 66%, con mayor presión en zonas de Asia y África, aunque sin descuidar las cifras que se reportan para Latinoamérica, Europa y América del Norte. Asimismo, el DAES advierte que en los últimos 25 años, la conformación de metrópolis con más de 10 millones de habitantes pasó de 10 megaciudades a 28, destacando entre ellas Tokio, Delhi, Shanghái, México, Sao Paulo, Bombay, entre otras. Incluso, el número de estas megalópolis para el 2030 se proyecta que ascienda a 41.

Como se intuye, la cada vez más agobiante concentración urbana tendrá graves implicaciones para el planeta y en la profundización de la desigualdad social, a propósito de los cinturones de miseria propios de la “favelización” o asientos humanos en las afueras de las grandes ciudades, lo cual provoca demandas sociales a las que los gobiernos nacionales y locales deben dar respuesta, en detrimento –muchas veces– de la atención al resto de comunidades del espacio nacional.

Sin duda, los retos para las ciudades del siglo XXI y, en especial, para sus municipalidades, se expresan en el ámbito de vivienda, infraestructura, servicios básicos, tránsito, seguridad ciudadana, salud, educación, mercado laboral, cuidado medioambiental, participación ciudadana, incorporación económica, etc. De ahí la importancia de la Conferencia de Naciones Unidas sobre la Vivienda y el Desarrollo Humano Sostenible Hábitat III desarrollada en el país y que concluyera con la aceptación de una nueva agenda urbana para las dos próximas décadas, contenida en la ‘Declaración de Quito sobre las ciudades y asentamientos humanos sostenibles para todos’.

Resulta interesante destacar que varias propuestas debatidas en este foro mundial especializado respecto del desarrollo urbano coinciden, precisamente, con tesis de vanguardia que viene impulsando Loja en esta materia y que fueran expuestas en Hábitat III por parte de su alcalde, José Bolívar Castillo. Verbigracia, impulsar la equidad territorial; promover ciudades intermedias como alternativa a las megalópolis; mejoramiento de la movilidad humana; transporte no contaminante; clasificación y reciclaje de desechos; protección de ríos y áreas verdes, diseño de ciclovías y senderos ecológicos, etc.

Precisamente, en el numeral 136 de dicho documento que constituye la hoja de ruta para los 193 estados miembros de la ONU destaca un tema sustantivo al definir la necesidad de “…promover un desarrollo territorial integral y equilibrado. A este respecto, enfatizamos la importancia de mejorar la transparencia de los datos sobre el gasto y la asignación de recursos como una herramienta para evaluar el progreso hacia la equidad y la integración espacial”.

Así, la equidad territorial se presenta como condición sine qua non para alcanzar el crecimiento y desarrollo sostenido de una economía, esto es, dejar a un lado una de las mayores rémoras para el progreso: el centralismo. En este sentido, la regionalización horizontal del país rompe con la clásica agrupación de provincias en función de los climas, cuando en verdad los pueblos están conectados por una realidad mucho más amplia y enriquecedora como es su historia, cultura e interdependencia. (O)