Recibí en días pasados un correo electrónico en el cual se mencionaba un mal llamado hybris, pensé enseguida que se trataba de alguna nueva dolencia o enfermedad; sin embargo, al leer el correo me percaté de que la alusión se refirió a un supuesto mal que aquejaría a ciertos líderes políticos que alcanzan el poder y empiezan a revestirse de un ego desmedido y de “una sensación de poseer dones especiales que lo hacen capaz de enfrentarse hasta con los mismos dioses”. Por supuesto, intrigado por este mal de Hybris me dediqué a revisar en internet y encontré alguna información que me permitió llegar a ciertas iniciales presunciones.
Los antecedentes de la hybris deben ubicarse en la época de la Grecia antigua, entendiéndolo como “la poderosa presunción que lleva a una persona a ignorar los límites divinos sobre las acciones humanas en un cosmos ordenado”, lo que en palabras más simples equivale a señalar que el político que padece de hybris se siente ubicado más allá del bien y del mal; Aristóteles se refería a la hybris como el hecho de decir y hacer cosas que causan vergüenza o dolor al afectado, simplemente por el placer de hacerlo, definición que fue abarcando al paso de los tiempos otros excesos, tales como atribuirse la infabilidad, el creerse insustituible, el pensarse ungido y en general una serie de síntomas que han sido en los últimos tiempos expuestos y revisados, siendo muy comentada en los recientes años una obra titulada En el poder y en la enfermedad, de David Owen, un escritor británico con larga experiencia en la política de su país.
El libro escrito por Owen se titula en inglés The Hubris Syndrome y si bien tiene como objetivo el análisis y el estudio de las enfermedades de jefes de Estado y de Gobierno en diversos países en los últimos 100 años, más que las enfermedades propiamente, a Owen le llama la atención el componente psicológico de la hybris, dolencia que a pesar de no estar clínicamente demostrada serviría para explicar varias conflictivas actuaciones y decisiones de ciertos líderes en el poder, y añade el escritor que al observar a los dirigentes políticos lo que me interesa es “la hybris como descripción de un tipo de pérdida de capacidad. Este modelo resulta muy familiar en la carrera de los tipos de políticos cuyo éxito los hace sentirse excesivamente seguros de sí mismos y despreciar los consejos que van en contra de lo que creen o en ocasiones toda clase de consejos, y que empiezan a actuar de un modo que parece desafiar la realidad misma”. Owen va más lejos al preguntarse la experiencia de estar en el poder, “¿puede producir por sí misma en los estados mentales unos cambios que luego se manifiestan en la conducta propia de la hybris?”.
Padecer del mal de Hybris es “desmesura, soberbia absoluta, pérdida del sentido de la realidad” o de forma más sencilla, borrachera del poder. En ese contexto, no cabe duda de que el mal de Hybris se encuentra definitivamente asociado a un componente psicológico en el cual el ejercicio del poder más allá de establecer una influencia definitiva altera el equilibrio emocional del político que ostenta precisamente el poder. La lista de gobernantes que han padecido el mal de Hybris es amplia y diversa, con la diferencia de que en otras partes la mención ha sido divulgada y comentada. Falta hacer lo mismo en el Ecuador. (O)