Todos conocemos el proverbio que propone que regalar un pez a un hombre significa darle alimento para un día y que enseñarle a pescar representa entregarle alimento para el resto de su vida. El expresidente uruguayo José Mujica en uno de sus ya célebres discursos parafrasea ese pensamiento y cuando se refiere a las exigencias de la educación sostiene que no se resuelven exclusivamente con el aprendizaje de conocimientos específicos, sino que se debe apuntar a la enseñanza del proceso de pensar. No le des un dato al estudiante, enséñale a pensar.

La información sobre conocimientos concretos relativos a las diversas ramas del pensamiento es básica y no puede ser dejada de lado, pero es insuficiente para responder a los desafíos de la vida que exige enfoques y propuestas renovadas para resolver las siempre cambiantes circunstancias. La educación debe apuntar a fortalecer la generación de pensamiento propio y no a la exclusiva repetición de lo que otros han propuesto. Sin embargo, cultivar el hábito de pensar tampoco es suficiente, pues esta acción es el resultado de la curiosidad y del inconformismo. Desde este punto de vista, la educación debe evidenciar la relatividad de las respuestas para cultivar el asombro y la perplejidad que son los verdaderos detonantes de la creatividad y la innovación, en lugar de enseñar certezas y asertos que se validan a sí mismos y no aceptan contradicción. Jenófanes, poeta y bardo griego, quien vivió 500 años antes de Cristo, citado por Popper en uno de sus libros, lo dice con claridad cuando afirma que la verdad certera ningún hombre la ha conocido, ni la conocerá, pues todo no es más que una tela tejida de conjeturas.

El proceso de pensar es la respuesta humana frente a las reacciones básicas de asombro y perplejidad. Por eso, se debe cultivar el asombro para que desde ahí se genere pensamiento que aporte en la construcción de las cambiantes respuestas que la humanidad genera. ¿Datos y conocimientos en la educación? Sin duda, pero nunca de manera exclusiva y menos como productos finales y terminados. ¿Potenciar el proceso de pensar para garantizar el aporte de todos en la construcción de un mundo mejor? Es el objetivo planteado por el proverbio mencionado. ¿Cultivar el asombro permanente frente a la vida? Es el fundamento de la educación para la conservación o la ruptura de las ideas y debe ser sembrado en el corazón de las personas, pues solamente desde la perplejidad asumida nacen las preguntas y las respuestas que por la propia naturaleza humana son siempre superadas por otras que proponen aquellos que no se conforman con ellas y quieren precisiones y soluciones diferentes.

La educación así concebida se convierte en un proceso vital que, partiendo del asombro, enseña datos y alienta la generación de pensamiento como la mejor forma de contribuir a la construcción colectiva. Einstein, que además de científico también filosofaba, nos entregó una reflexión que inspira en parte el desarrollo de esta columna… “la capacidad más grande que tiene el hombre es la de maravillarse, quien no la tiene, tanto le valdría estar muerto, sus ojos están cerrados”. (O)