Hace dos años conocí a un buen amigo colombiano, quien me contó su historia. Fue secuestrado a sus 7 años y rescatado cuando tenía 19. Su visión del mundo es completamente distinta a la mía. No fue a la escuela, no tuvo amigos ni una juventud normal. Su reincorporación en la sociedad colombiana fue difícil ya que tuvo que aprender todo. Cuando pienso en su historia, creo que en definitiva puede ser algo buena, ya que no murió y sus familiares pudieron estar nuevamente con él, algo que no es común en muchas familias colombianas que perdieron para siempre a sus seres queridos.

La guerra con las FARC data de más de 50 años y las negociaciones pasadas para ponerle fin a ella se veían, de una y otra manera, frustradas. Esto creó la idea de que sería imposible llegar a un arreglo con ellos, sin embargo luego de 4 años de reuniones, lo que parecía imposible se ha logrado. El Gobierno colombiano, encabezado por el presidente Juan Manuel Santos y el líder del Secretariado de las FARC, Rodrigo Londoño Echeverri Timochenko, han firmado el acuerdo de paz, en un acto sin precedentes en la historia de ese país.

Terminar un conflicto armado debe ser motivo de alegría para toda la humanidad, pues se demuestra que mediante el diálogo se pueden solucionar las más violentas e inhumanas disputas. El acuerdo firmado goza por ello del beneplácito de las principales organizaciones internacionales, pasando desde Naciones Unidas hasta la Iglesia católica, donde se han solucionado todos los aspectos: políticas de tierras, cultivos ilícitos, participación política, justicia transicional, fin de la guerra e implementación del pacto.

La conciliación en Colombia supone muchos aspectos interesantes. Todos creíamos que quienes han cobrado la vida de miles de personas deberían estar tras las rejas, sin embargo, la duración de este conflicto demuestra que tal anhelo es extremadamente difícil y, de continuar la guerra, el resultado serían miles de muertes más. ¿Impunidad para las FARC? Tampoco. El texto acordado establece la creación de una comisión del Esclarecimiento de la Verdad con una jurisdicción especial, en la cual habrá justicia transicional. Si bien se les ha dado derechos a participar en la política, creo que es fácil preferir que algunos miembros de las FARC estén en el congreso, antes de que un ejército paramilitar continúe con las armas.

La oportunidad de terminar esta guerra está en manos de los colombianos el día de hoy. Es un momento histórico en el cual la sociedad podrá empezar a vivir de otra manera, sin miedo de la guerrilla y con la esperanza de un país mejor. El proceso que empezará en Colombia a partir de mañana, pues estoy convencido de la victoria del “Sí”, involucra no solo a victimarios y víctimas, sino a todo un pueblo que debe estar predispuesto a conciliarse y a tolerar, para que el pasado no se vuelva a repetir.

El día de hoy, luego de décadas de sufrimiento y miedo por la guerra, se puede inaugurar un país que respire paz. (O)