El desenlace de la elección presidencial peruana contiene buenas enseñanzas para lo que está por venir en nuestro país. Para comenzar y para decirlo en el argot hípico, cabe destacar que el resultado se definió por una nariz. En términos numéricos, es una nariz equivalente a menos de un cuarto de punto porcentual, lo que habla a gritos de la polarización existente. De manera mucho más clara que en elecciones anteriores, en esta se hizo evidente que la línea central de división de la política peruana es el fujimorismo-antifujimorismo. Todos los demás factores (económicos, sociales, regionales, étnicos) que pueden influir en la política pasaron a segundo plano.

En síntesis, este resultado expresa la división del país en dos partes prácticamente iguales, pero solo una de esas mitades constituye una opción política relativamente definida. La otra, precisamente la triunfadora, es un conjunto heterogéneo de fuerzas dispares, unidas solamente por el sentimiento contrario a la mitad que finalmente fue derrotada. A pesar de su contenido personalista y clientelar, el fujimorismo ha llegado a ser una fuerza organizada, casi un partido político. Frente a este se sitúa un sinnúmero de organizaciones de todos los colores, desde la izquierda a la derecha, pasando por toda la gama del arco iris.

Desde una mirada en clave ecuatoriana cabe suponer que algo similar podría suceder de aquí en adelante en nuestros procesos electorales. Es altamente probable que por largo tiempo, y no solamente en la elección que se avecina, la línea divisoria fundamental llegue a ser el correísmo-anticorreísmo. De lo que se ve hasta ahora, es probable también que al frente de las huestes altivas y soberanas no haya más que alianzas del momento, sin más argamasa que la aversión al correísmo.

Un segundo aspecto es que Pedro Pablo Kuczynski (PPK), el presidente electo, lo más que puede esperar es un grado mínimo de lealtad del pequeño partido instrumental, conformado a su imagen y semejanza para esta contienda, Peruanos Por el Kambio (PPK, más personalismo no se puede pedir). Del resto de agrupaciones que se pronunciaron por él no puede esperar nada si muchas de ellas declararon explícitamente que harán oposición al gobierno que estaban ayudando a triunfar.

Nuevamente, vistas las alianzas electorales que se van conformando por estos lados, no sería extraño que en caso de triunfar el anticorreísmo se configurara una situación similar. A menos que los acuerdos rebasen el nivel estrictamente electoral y que se establezcan en torno a metas concretas, los sufrimientos que enfrentará PPK podrán encontrar eco acá.

Por último en las elecciones legislativas, el fujimorismo obtuvo un triunfo arrollador, con 73 de los 130 integrantes del congreso. La propia fuerza de este, pero sobre todo la división de los antifujimoristas produjo ese resultado. De esa manera, PPK tiene las manos atadas para aprobar o reformar leyes y en general para gobernar. Una enseñanza adicional para entender que la victoria de los anti apenas puede asegurar una alegría pasajera si solamente se limita a eso, a un triunfo electoral anticualquiera. (O)