No hay duda de que cuando hablamos, escribimos o hacemos determinadas señas conocidas por todos, estamos comunicando algo. Menos conocido es el hecho de que en toda comunicación hay un mensaje paralelo. Comunicamos más de lo que decimos. A veces ese mensaje está dado por el tono; por algo, a quienes se preparan para el teatro se les hace repetir la misma frase en tonos diferentes. Recuerdo un diálogo: –Olvídate de eso. –Está bien como tú quieras. La maestra hacía repetir: ahora están enfadados, ahora es ruego y concesión, ahora con indiferencia. De tal manera que quien escuchaba sabía que el “está bien, como tú quieras” quería decir, además, estoy enfadada o me es indiferente. Otras veces son expresiones o movimientos, nos resulta fácil saber si cuando le preguntamos a alguien cómo está y nos responde “bien”, realmente lo está o solo es una manera de decir, porque su aspecto dice lo contrario.
Lo mismo sucede cuando escribimos, los títulos ya nos dicen algo y si cambiamos el tipo de letras, también. Recuerdo que cuando Fidel Castro visitó brevemente el Ecuador y se entrevistó con el presidente Velasco Ibarra en el aeropuerto, todos los medios anunciaron su llegada, pero hubo un diario que tituló con letras rojas “Llega el chacal de América.” Los que vimos ese diario, enseguida supimos que Castro no era un personaje que resultara grato para quienes editaban el diario y que querían llamar la atención sobre los muertos que dejó la revolución, aunque nunca lo dijeron.
Lo que antecede son ejemplos de algo que ocurre a diario, sin que nos demos cuenta. Comunicamos lo que decimos, pero también lo que no decimos pero está allí, es lo que hacemos, es ese mensaje no explícito que, a veces, tiene mucha fuerza. Está muy claro, en los padres, en los maestros, en los líderes deportivos, en los líderes políticos, en los ministros de las distintas religiones, y tiene una gran fuerza educativa.
Los niños y los jóvenes tienden a imitar a quienes admiran. No es raro encontrar las chicas que quieren ser como Shakira, los chicos que quieren ser como Messi, o como su maestro o como el político de sus simpatías, o como su papá. Generalmente, dan por hecho que ellos son personajes positivos que todo lo hacen bien y quieren llegar a donde ellos han llegado.
Cuando alguien se convierte en personaje público, se convierte en educador, lo que haga y diga tendrá gran influencia en los niños y en los jóvenes. Por eso podemos repetir más de una vez que no es honesto copiar los deberes o los exámenes, que eso es un engaño al maestro y a sí mismo, pero vemos que aunque se haya copiado la tesis de grado o una de sus partes, eso no es obstáculo para llegar a ser alta autoridad en el país, que aunque se haya inventado un título que no se tiene, se puede alcanzar cargos importantes en el gobierno o en las universidades. El mensaje está allí: se puede llegar sin mayor esfuerzo, se comete un fraude pero no importa, se llega. No lo dicen, pero lo hacen y eso es también un mensaje, el mensaje paralelo, de que hablábamos, porque cuando de comunicación humana se trata, no solo comunicamos lo que decimos, sino lo que somos. (O)










