Recuerdo haber leído hace algunos años partes del libro Diario de un espía: la CIA por dentro, escrito por Philip Agee, exagente de esa institución y cuya primera misión fue la de contribuir a la ruptura de las relaciones diplomáticas entre Ecuador y Cuba en los inicios de la década de los 60. Un buen día Agee se arrepintió de sus actos alegando motivos de conciencia y se convirtió en “un leal amigo de Cuba y ferviente defensor de la lucha de los pueblos por un mundo mejor”. Volviendo al libro citado, el exagente denunciaba una serie de actividades conspiradoras de la CIA, especialmente en algunos países de Latinoamérica, habiéndose producido en su momento un fuerte revuelo en virtud de las revelaciones hechas por Agee, inclusive con la indicación de “amigos” de la CIA en el Ecuador.

Señalo este antecedente ya que en días pasados se presentó un documental en la cadena Telesur que trataba de demostrar que la CIA con nuevas estrategias, maniobras y contactos sigue tratando de torcer el rumbo de la política en nuestro país, aludiendo que existe “una fuerza oculta” que opera con políticos y periodistas ecuatorianos financiados con fondos de varias ONG. Desafortunadamente, la información brindada por dicha cadena televisiva se basa en sesgadas conjeturas, lo que nos lleva a la idea de que simplemente se trató de un ardid publicitario por parte de Telesur; quizás faltó insinuar que la CIA preocupada ante el avance tecnológico del Ecuador fue directamente responsable del fracaso del satélite Pegaso, que es culpable de la poca aceptación ciudadana al denominado dinero electrónico, que boicoteó el proyecto Yasuní o que, como alguien de forma satírica indicó, utiliza drones para hacer invisible la refinería del Pacífico mediante poderosos proyectores que nos inducen a ver un terraplén de tierra en lugar de una modernísima refinería.

En todo caso, resulta interesante comprobar cómo un tema que puede resultar de especial interés, nada más ni nada menos que las operaciones actuales de la CIA en el Ecuador, termina siendo un libreto de propaganda política, un fiasco novelero sin fondo ni trascendencia. El problema no es ese, sino constatar en lo que se ha convertido Telesur, una cadena noticiosa alineada con el discurso político de ciertos regímenes, para cuyo efecto no vacila en torcer historias y realidades; hace pocas semanas, @teleSURtv escribía un tuit señalando “FARC-EP cumple 52 años de lucha por la paz de #Colombia”, desconociendo décadas de oprobio y violencia por parte de ese grupo armado e insultando la inteligencia del pueblo colombiano con tan desfachatada aseveración. Lo cierto es que Telesur, supuestamente destinada a ser ejemplo vivo de la independencia informativa, contrapuesta a los intereses hegemónicos y neoliberales de las grandes cadenas noticiosas, se transformó en doncella fiel de varios gobiernos empeñados en escuchar solo sus verdades, las “cómodas” verdades.

Sería ingenuo pensar que la CIA no se ha inmiscuido en la política ecuatoriana, pero una información de ese tipo requiere una investigación prolija y veraz. Telesur, como es usual en los últimos tiempos, ha mostrado su peor cara con el reciente documental de la CIA en el Ecuador, empeño relevante de distorsión noticiosa. A propósito, ¿tenemos idea de cuánto desembolsa anualmente nuestro país a Telesur, conjuntamente con Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua y Uruguay, para sostener tan adefesioso emblema de dependencia informativa? Como es de imaginarse, la doncella es fiel pero no barata. (O)