Llama la atención que China haga significativos préstamos a Venezuela, país técnicamente quebrado, y a otros que están en serias dificultades, como era la Argentina de Cristina y es el Ecuador actual. También resulta curioso que empresas chinas se embarquen en proyectos en tales países, en los que ningún capitalista de otro origen se arriesgaría a invertir ni dos reales. Encima, como son tan malos sujetos de crédito les cobran gruesos intereses y les piden garantías reales. ¿Lo hacen porque confían en las averiadas economías de los socialismos del siglo XXI? De ninguna manera, lo hacen precisamente porque no confían. Seguramente piensan, “si pagan con las difíciles condiciones que les ponemos, bien, y si no, mejor, les dictaremos políticas económicas y estratégicas”. Es decir, el “concertaje” a nivel internacional, tal y como se imponía a nuestros campesinos, que consistía en endeudarlos más allá de sus posibilidades de pago para mantenerlos sujetos de por vida a las haciendas.

La relación de los chinos con la Argentina K se había vuelto carnal. Incluso estaban construyendo una central atómica, que ha sido suspendida por el nuevo gobierno y una estación satelital de características secretas, cuyos fines no se limitarían a usos pacíficos sino que, potencialmente, podría servir para guiar a misiles nucleares intercontinentales del país asiático. Recién asumido el presidente Mauricio Macri habló de la conveniencia de revisar los acuerdos firmados por el anterior régimen con el gobierno comunista de Pekín. Esto causó tremendo disgusto a los mandatarios de la República Popular, tanto que el presidente Xi Jinping se negaba a recibir a su homólogo sudamericano. Pero las cosas cambiaron luego de un singular incidente. Un buque chino pescaba ilegalmente en aguas de jurisdicción argentina, conducta habitual que había sido ignorada en tiempos del kirchnerismo, según lo denunciaron dirigentes pesqueros. Una cañonera de Buenos Aires lo hundió. Obviamente, no se hizo esperar la consiguiente protesta de los asiáticos y el respectivo pedido de reparación, pero a las pocas semanas Xi aceptó reunirse con Macri y al hacerlo se mostró abierto a la revisión de los convenios. La firmeza en los hechos siempre es un buen respaldo para la negociación diplomática.

En este contexto, dan mucho que pensar que personajes conocidos por su afinidad a la línea pekinesa, al punto de decir que es mucho lo que hay que aprender del Partido Comunista Chino, aparezcan como pretendientes al solio presidencial. Comparemos su caso con el de una simple persona que dijo que quería ser amigo de Estados Unidos, no la arrastraron porque con las justas se subió a un helicóptero. Igual si el pesquero hundido hubiese sido norteamericano o inglés, los tripulantes de la cañonera ya tendrían monumento en la sede de Unasur. Y si se hubiesen aceptado condiciones la mitad de duras en créditos concedidos por el FMI o el Banco Mundial, un tercio de los ecuatorianos andaría llucho por el desgarre de vestidos. Los antiimperialistas están ciegos, sordos y mudos. Ya no son lo que eran. (O)