Esta vez voy a hablar como el viejo que, por recordar senderos hechos, conoce las trampas encontradas al caminar. ¡He vivido numerosos terremotos! En el terremoto que asoló en 1976 el norte de Cotopaxi, los extranjeros nos dieron generosa ayuda. Una dama dirigente de una entidad noruega no ocultaba en sus finos modales el disgusto, porque en Pastocalle y Toacaso los afectados estaban empeñados en construir primero una capilla provisional. La señora, ignorando la fuerza movilizadora de lo religioso, suponía que religiosas, clero, obispo habíamos alienado a los afectados por el terremoto. Les pedí, en presencia de la señora, dejar para después la construcción de la capilla. En los diversos barrios oyó la misma respuesta: Sin la capilla nos sentimos sin casa común. La casa de Dios nos une y conforta, para reconstruir en minga nuestras casas.

Estamos frente a un dilema: destruir edificios sin previo estudio, realizado por profesionales especializados, responsables, respetuosos del patrimonio cultural (uno de cuyos valores es el religioso), ajenos a ventajas conexas a las restauraciones; o preservar lo que se pueda preservar, consolidando y, en esta ocasión, remozando y acreciendo nuestros valores culturales.

Como ecuatoriano, solicito respetuosa y firmemente a los gobiernos autónomos descentralizados (GAD), al COE, al Miduvi que, para evitar ligerezas irresponsables, irrespetuosas con legados culturales, comprueben que se hayan realizado estudios y evaluaciones serias. En ocasión de anteriores terremotos los aciertos fueron opacados por el interés de algunos profesionales en destruir, para ganar en la reconstrucción.

Cuando se debió consolidar la catedral, hubo profesionales que aconsejaron derribarla toda, para reconstruirla. Hubiera herido a generaciones, que crearon un patrimonio religioso cultural; hubiera contrariado la identidad de Iglesia, que es como la bola de nieve que, rodando en el tiempo, se actualiza, conservando su núcleo identificador. Hubo “voluntarios” prontos a contribuir para casas de los pobres; no para “templo de ricos”. (La catedral es lugar de ricos y pobres). Paralelamente, la Arquidiócesis construyó miles de casas Hogar de Cristo, ideadas por los jesuitas en Guayaquil. Esos “voluntarios” no contribuyeron…

Los manabitas tienen en cada cantón su templo como símbolo. Es bueno que haya también otros símbolos, coliseos, parques, etc. Ven un símbolo de Portoviejo en la catedral, con sus vitrales que recogen la naturaleza y vida manabitas, sus mosaicos, con su realidad reproducida en pintura sobre madera, con su carrillón de 24 campanas, el único en la Costa ecuatoriana. (Será reinstalado). Si por incalificable ligereza los templos “coloniales” de Quito no se hubieran restaurado y consolidado, Quito no sería patrimonio cultural de la humanidad.

El informe técnico elaborado para el GAD de Rocafuerte y otro para el Miduvi coinciden en sugerir la demolición del templo. Rocafortenses observaron cuidadosamente a los profesionales enviados a estudiar. Afirman unánimemente que los investigadores ni siquiera entraron. Señores investigadores, el templo no tiene cúpulas, sino bóvedas; en la cubierta no hay hormigón armado, etc. Rocafuerte es solo un ejemplo de ligereza. Los manabitas respaldarán decisiones, aunque dolorosas, pero fundadas. Confío en el amor de Patria de los altos personeros de los GAD, COE, Miduvi. (O)