El sismo del 16 de abril dejó truncos algunos procesos, entre ellos el análisis que debía hacer la sociedad ecuatoriana del discurso del presidente Correa en el Vaticano un día antes del malhadado terremoto. El país se preocupó explicablemente de las urgencias del alivio de la desgracia y dejó para otro rato las polémicas ideológicas. Aunque algunos colegas columnistas expresaron sustentadas opiniones, hizo falta más discusión, porque pocos documentos como ese definen el ideario del actual mandatario. Este ayuda a entender cómo Correa concibe el mundo porque, aun antes de llegar al poder, se ha expresado siempre más con consignas y frases de efecto que con un pensamiento vertebrado. Esto dificulta saber cuándo expone una convicción permanente y cuándo busca una adhesión circunstancial.

Se puede decir que buena parte de esta conferencia está justamente constituida por sentencias hechas y por peticiones de principio que no se prueban. Varias veces recurre a expresiones como “no resiste el menor análisis”, sin que nos entere de cuál es ese “menor análisis”. Es que esa es la esencia de los populismos, no son movimientos con doctrinas claras, que permitan prever con certeza el rumbo que tomarán. Como lo dice el propio Correa: “Cada país deberá definir sus instituciones, hasta dónde llevar la acción colectiva, hasta dónde llevar el individualismo, de acuerdo a su realidad”. O sea el caudillo verá qué hace según sople el viento, Y lo hemos visto actuar en consecuencia, de un modelo que llegó a calificar de “guevarista”, vamos a un pragmatismo que no puede ser clasificado sino como “neoliberal”. De todas maneras hay unas líneas básicas que sí se deben tomar en serio.

Los monstruos son los de siempre, FMI, Banco Mundial, Consenso de Washington, que impusieron la larga noche neoliberal... que seguramente oscureció a otros países porque al Ecuador no llegó. Vuelve a sacar a Dinamarca como ejemplo de felicidad, atribuyéndola a las altas tasas impositivas, olvidando el estado de derecho y las libertades, sobre todo la absoluta, absoluta, libertad de prensa, que campean en la sociedad danesa. Arremete contra el crecimiento indefinido, calificándolo de insostenible, como si este tuviese que darse en las mismas condiciones tecnológicas del presente. Habríamos querido que explicara cómo se compensará a los creadores de conocimiento, ¿dándoles empleo en Yachay? Hay otros puntos interesantes, pero se debe destacar dos que demuestran la recia matriz autoritaria de su pensamiento: uno, su ya conocido ensañamiento con la prensa, a la que acusa de “serias deficiencias éticas y profesionales” y ¡horror de horrores! “su descarado involucramiento en política”... o sea que Espejo y Montalvo no debieron opinar de política. Y otro, una preocupante embestida contra “una serie de ONG y poderes fácticos sin responsabilidad política”, que son lo más peligroso para la democracia. E insinúa que los reclamos por derechos humanos están dirigidos a “inmovilizar el poder político legítimo y verdaderamente democrático”, léase el poder de los caudillos. Que no le dé asco, lector, tómese unos minutos para analizar el documento comentado y fórmese su propia opinión. (O)