Columnista invitado
Guillermo Avellán Solines

La caída en el precio del petróleo a partir de octubre de 2014 desbarató por completo el supuesto milagro económico que vivía nuestro país. Dejó bastante claro la alta dependencia del petróleo en las finanzas públicas y en el desempeño económico. Con la reducción en el precio del crudo, el Gobierno se vio obligado a realizar fuertes recortes en su plan de inversiones en 2015. Esto provocó la actual recesión económica y ocasionó que el desempleo nacional aumente en 84,478 personas entre diciembre 2014 y 2015. Las cifras de desempleo continuarán subiendo en el primer semestre de 2016 como consecuencia de la debilidad económica. Una verdadera pesadilla para un gobierno que hablaba de un milagro económico hasta el 2014.

Ahora el país enfrenta una coyuntura complicada. Los petrodólares se acabaron y el consumo interno ha bajado considerablemente. La recesión económica viene acompañada de caídas en la inversión privada, liquidez, consumo y empleo. Según cifras publicadas por el Banco Central, la confianza del consumidor se encuentra cercana a sus mínimos históricos de mayo de 2008. La recesión se profundizará si el consumo continúa con su tendencia a la baja.

Esta tendencia negativa se observa con fuerza en los primeros dos meses del año. Por ejemplo, la recaudación acumulada del impuesto al valor agregado (IVA) hasta febrero de 2016 cayó 20% respecto del año anterior. La caída en el IVA es una clara señal de la disminución en el consumo y las ventas. Además, esta reducción explica el gran número de despidos en los departamentos de ventas del sector privado. Las empresas no han tenido otra opción que reducir su personal ante una caída tan fuerte en sus ventas. Por lo tanto, la solución no consiste en seguir aumentando impuestos, ya que debilitará más el consumo y el empleo en el país.

Actualmente la economía ecuatoriana requiere un cambio de modelo económico de manera urgente. Se deben promover la inversión privada y la generación de empleo. Las soluciones consisten en eliminar los impuestos que encarecen el costo de producción nacional, como son el anticipo al impuesto a la renta y los aranceles a los bienes de capital e insumos importados.

También se deberían eliminar aquellos impuestos que alejan a los capitales privados, como es el caso del impuesto a la salida de divisas. Además es esencial una apertura comercial inteligente con nuestros principales socios.

Desafortunadamente, el Gobierno no acepta esta nueva realidad y se empecina en promover el rol protagónico del Estado en la economía, a través de la imposición de nuevos impuestos. El Gobierno se equivoca al pensar que la dolarización se la protege con más impuestos. En las actuales circunstancias, la mejor manera de proteger a la dolarización es con inversión privada.

Será imposible solucionar la situación actual con el mismo modelo. Es necesario un giro en la política económica. Los hacedores de políticas públicas están en la obligación de dejar a un lado sus sesgos ideológicos, a fin de reactivar la economía y generar empleos de calidad. (O)