¿Qué ha cambiado para mejor en la lucha contra la corrupción? En 1998, la Agencia Española de Cooperación Internacional (CLAD) publicó un análisis del Dr. Xavier Zavala Egas sobre el caso Ecuador dentro del tema genérico de la corrupción política. En el recuento de la situación nacional de entonces y que sirve al diagnóstico actual del grado de descomposición moral y ética, se alude a afirmaciones del expresidente paraguayo Wasmosy: “Nos hemos acostumbrado a las soluciones fáciles y admiramos a los ventajistas, es decir, a los ‘vivos’, a aquellos que sacan provecho de cualquier situación favorable, por más inmoral que fuera. Los admiramos en lugar de repudiarlos. Nuestra cultura aplaude al ‘pícaro’, al que tilda de inteligente y hasta sabio, en detrimento de aquellos que viven de sus méritos y su esfuerzo personal. Tenemos ese atavismo luego de haber visto triunfar durante tanto tiempo a los acomodados, a los obsecuentes y a los sinvergüenzas”.

Xavier Zavala, entonces miembro de la Comisión Cívica contra la Corrupción –un organismo que hoy sentimos en falta–, tenía información abundante de casos íconos de corrupción que espoleaban a las arcas del Estado (entonces con un presupuesto ínfimo en comparación con el de los últimos cinco años) y por ello mencionó uno que en la época causó escándalo y recuerdo bien: el Gobierno ecuatoriano “declinó” un préstamo comprometido un año antes para construir un importante trasvase de aguas en Manabí, concedido por Japón al 2,5% de interés, a pagarse en 30 años con 10 de gracia. Luego, se autorizó un préstamo con el banco brasileño BNDES, con igual fin, pero al 6% de interés y a 14 años, es decir, en condiciones más desfavorables que el japonés, además obligaba a contratar a una conocida empresa brasileña para la ejecución de la obra.

Al absurdo rechazo del préstamo del Japón antecedió la queja de sus autoridades, debido a las irregularidades en la licitación de la obra (un trasvase de aguas desde la presa La Esperanza hasta la presa Poza Honda), en la que el CRM descalificó a la constructora española Dragados –por falta de experiencia técnica–, cuando esta ya había construido una obra similar para el mismo organismo. El escándalo fue tal que puso en riesgo las relaciones con el Japón. La Procuraduría, la Contraloría y la Fiscalía hicieron mutis.

Desde entonces al presente día, el desprecio por las normas éticas en la contratación pública continúa. Lo publicado por EL UNIVERSO esta semana lo confirmaría: la filial ecuatoriana de la brasileña Constructora OAS habría desviado hacia un banco en Andorra $ 9,1 millones, simulando la contratación de una consultoría técnica, posiblemente para destinar el dinero al pago de sobornos. Hecho confesado por el asesor tributario de la empresa, procesado dentro del internacionalmente conocido caso de corrupción Lava Jato.

Hoy como ayer persiste la realidad que en 1998 describió Zavala: Ciertamente, la corrupción continúa trastocando los valores de la ciudadanía y la juventud confunde lo que es correcto con lo incorrecto. Se tolera al pícaro triunfador que lejos de ser marginado “pasa a ser pieza clave de gremios y grupos de tipo social, cultural, profesional y también político”. Hay quienes aún dicen que no importa que robe con tal que el funcionario público trabaje...(O)