Instituciones como la Junta de Beneficencia de Guayaquil (JBG) son necesarias, cuando un Estado no puede atender él solo la salud de los más pobres.

En países con economías pobres o mal administradas, se necesitan iniciativas voluntarias, generosas y solidarias. Como la que llevó a fundar la JBG en 1888, cuando Guayaquil tenía 170 manzanas y 25.000 habitantes. Ícono guayaquileño que por más de una centuria se ha orientado a satisfacer necesidades de salud, principalmente. Sus altruistas obras incluyen servicios de maternidad, hospitales, albergue para ancianos, servicios de exequias y sepultura. Además, indirectamente ha coadyuvado, con terrenos de su propiedad, al desarrollo urbanístico en sectores estratégicos.

Los guayaquileños y ciudadanos del país pueden atestiguar tales servicios de salud. Su hospital más importante, el Luis Vernaza (junto al Roberto Gilbert), suple grandes vacíos en los servicios hospitalarios estatales.

Tuve la feliz oportunidad de recorrer parte de sus instalaciones, gracias a la invitación de Juan Marcet (inspector de la JBG), quien –como muchos miembros de la institución– ha organizado su tiempo para distribuirlo entre el quehacer particular y el apoyo al mejor funcionamiento del Vernaza, tal como los guayaquileños mencionamos a esa casa de salud.

Muchos desconocen el tesonero trabajo en los 45.000 m² de las dependencias del hospital. Para empezar, es la fuente de subsistencia de 3.088 personas, entre administrativos (872), enfermeras (1.010), internistas (198), médicos residentes (305), médicos especialistas (453) y tecnólogos (798). Ahí se atiende a pacientes que pueden pagar sus curaciones o tratamientos, como a quienes no pueden costearlos total o parcialmente.

El hospital tiene 715 camas para pacientes regulares y un área de terapia intensiva con 75 camas (número significativo en los estándares hospitalarios más altos). Cuenta con 24 quirófanos para urgencias y operaciones programadas.

En el 2015, fueron atendidas 562.755 citas ambulatorias; practicadas 23.150 cirugías; y, egresaron 28.955 pacientes. Su moderno laboratorio clínico (automatizado y con cero margen de error) realizó 2’734.101 exámenes.

Para evitar afectar la arquitectura del edificio patrimonial principal, se construyó en su subsuelo un Centro de Diagnóstico por Imágenes. Moderna obra que desde la superficie ni siquiera se intuye. Asombrosa construcción por las dificultades que presenta el suelo acuoso a baja profundidad. Su moderno equipamiento y organización de servicios provee un trato digno en los turnos de espera. Como en los mejores hospitales del mundo.

En el 2015 se efectuaron 373.884 exámenes en diagnósticos por imágenes y 71.636 de cardiología. En ese mismo periodo, se practicaron cirugías de alta especialidad: 101 trasplantes renales; 24 trasplantes de hígado; y, 188 de córnea.

Así, es indudable la gran ayuda prestada por la JBG. Explica el cariño y gratitud ciudadana a la institución, detrás de la cual hay una suma de esfuerzos y vocaciones de servicio de sus miembros y benefactores a través del tiempo. El estadounidense John Paulson es un benefactor de esta época.

Empero, la historia de la JBG registra amenazas a su existencia o estabilidad económica, ora suprimiéndole rentas, ora entorpeciendo su generación de recursos. Lo confirman los distintos intentos de competir con la Lotería Nacional, cuyos ingresos no alcanzan a cubrir todo su presupuesto operativo.

Alentamos desde esta columna a quienes conforman la JBG, por el bien de los guayaquileños y del país. (O)