Las películas biográficas, que comienzan a llamarse biópicas, dependen como ningún otro género de las dotes del actor que encarna al personaje biografiado. Si el artista no logra compenetrarse integralmente con su papel, el filme se hundirá en la mediocridad, sin importar su presupuesto, su guion o su fotografía. En la reciente Steve Jobs del director Danny Boyle, el actor alemán-irlandés Michael Fassbender nos ofrece una recreación del creador de Apple más que convincente, apasionante. Con ello contribuye decisivamente a que una historia que, por su tema, pudo convertirse en un video de motivación empresarial o en un drama psicoanalítico, se desarrolle como una narración polisémica que nos aproxima a la persona Steve Jobs desde múltiples ángulos, en varias capas, como una tomografía. Lo corriente en este tipo de análisis es decir que hemos visto al “hombre Jobs”, pero digo persona, en el sentido de ser humano interactuando con la realidad y con la humanidad.
El corte temporal escogido es audaz, las referencias a los inicios heroicos de los inventores de garaje son muy puntuales, para explicar lo que vemos, no más. Tampoco se habla de los años de triunfo, cuando Jobs de vuelta en Apple, la convierte en la empresa más grande del mundo. La acción transcurre entre el fracaso de la Macintosh, y el consiguiente despido del creador de la empresa, y su vuelta que en todo caso fue apoteósica pero acompañada de duras medidas. Supongo que para alguien poco familiarizado con esta historia pueden quedarle algunos cabos sueltos.
No es este el lugar para hacer crítica cinematográfica, sino que queremos llamar la atención sobre algunos de los aspectos argumentales que impulsan una reflexión. Uno muy importante es el papel del líder en cualquier tipo de empresa. Alguien le echa en cara a Jobs que no sabe programar, que no es diseñador, en fin, que no conoce a fondo ninguna de las destrezas necesarias para el proceso que pone a una computadora en manos del público. Él se compara con el director de orquesta japonés Seiji Osawa, quien no toca ningún instrumento, “toca” la orquesta. Ese es el papel poco entendido de ese ser llamado empresario, que para la mentalidad socialista es siempre el malo de la película. Por otra parte, Jobs parte de una situación de desventaja. Es un niño rechazado por sus padres y adoptado por una pareja de clase media obrera. Igual, para los dogmas socialistas, alguien así nunca podría llegar a ser el creador y jefe de la mayor compañía, pero lo logra. A través de esta situación de adoptado se pretende en el filme explicar, en parte, algunas de las peores características del empresario, que fue un jefe tiránico, un amigo difícil y un padre inconsecuente. Pero como le dice su amigo John Sculley, un niño adoptado no debe verse a sí mismo como un rechazado, sino como escogido. Extrapolemos esta actitud a todas las situaciones de la vida y, a lo mejor, podremos ver que nos espera una realización colosal. (O)
Para los dogmas socialistas, alguien así nunca podría llegar a ser el creador y jefe de la mayor compañía, pero lo logra.








