… y el tonto de su trabajo”, dice la norma central de la ética ecuatoriana. ¿Exagero? Salga este momento a las calles de casi cualquier ciudad del país, observe por unos minutos el comportamiento de los conductores y me dirá si el avivamiento no es la actitud y la práctica más frecuente. O camine por esas mismas urbes, fíjese en el ordenamiento urbano, no hay cuadra en que algún propietario no se haya salido para invadir la acera con cualquier pretexto; los ocupantes de los inmuebles se “reservan” espacios de calle como parqueaderos privados; si pusimos un letrero y lo retiramos, no hay que quitar los tocones que quedan, ¿acaso somos tontos? ¡Ni qué hablar de la política! Los ejemplos pueden llenar bibliotecas enteras.

La actitud de la población ante este código se divide en tres sectores, un 25 por ciento, el de los que creen que el mundo es así y que hay que actuar en consecuencia en toda ocasión, son los vivos. Otro 25 por ciento piensa que esto no está bien, pero no queda más que adaptarse, llamémoslos avivados. El 50 por ciento restante, los que creen que esto está mal, que proceden según normas de convivencia respetuosa y creen que cada uno debe vivir de su esfuerzo. Estos son los “tontos”, de los que quiere vivir el otro 50 por ciento.

El DRAE define viveza, en el sentido referido, como “agudeza y prontitud para aprovecharse de todo por buenos o malos medios”, dice que es expresión venezolana. Probablemente sea un giro común en toda América Latina, pero no me atrevo a afirmar que esta “virtud” tenga ese carácter eminente que tiene entre nosotros, no al menos en algunos países. Es una cualidad, si así puede llamarse, muy distinta de la inteligencia, esta se supone es la capacidad de resolver problemas nuevos. Es decir, es creadora, la viveza es aprovechadora, actúa en los resquicios de situaciones dadas.

Los izquierdistas “maduros” y también los infantiles creen que el capitalismo es un sistema de vivezas: los avispados que constituyen las clases dominantes viven de los lerdos. Piensan que un buen negocio solo se consigue gabelando lo que otro tiene derecho. Equivocados de aquí a Pekín. El capitalismo es el sistema de la buena fe, el principal capital se llama confianza, los negocios se hacen confiando en que cada participante cumplirá lo ofrecido. Hay leyes para sancionar a los transgresores, pero estas se usan solo en última instancia, en el tráfago de la actividad cotidiana no se puede estar permanentemente recurriendo a ellas, porque no funcionaría. Así están organizados sin excepción todos los países adelantados del mundo, solo así se genera desarrollo. Hay variantes, que van desde el social-capitalismo nor-europeo a sistemas más abiertos como los de Singapur o Hong Kong, pero en síntesis todos trabajan a base de confianza y buena fe. Un país que cree que el vivo vive del tonto... no puede construir una sociedad capitalista, está condenado al atraso perpetuo. (O)