El alcalde de Quito y el presidente de la República fueron pifiados en la Serenata Quiteña, evento que se realiza todos los años en el aniversario de la fundación de la capital. Creo que la silbatina fue dirigida en partes iguales a los mandatarios. La popularidad del jefe de Estado se ha erosionado significativamente, es indudable que parte de las rechiflas fueron para él. Pero también, estoy seguro, otra fue para el alcalde. No solo provendrán de los cuadros de AP duros, sino que veo con preocupación que crece el número de “arrepentidos” entre personas que votaron por él. Esto es injusto y peligroso.

El ascenso de Mauricio Rodas, con quien no tengo el gusto, se dio en medio de una circunstancia política muy particular y en base de ella ha de juzgarse su mandato. La ferozmente centralista estructura del Estado ecuatoriano, especialmente en lo que se refiere a la distribución de las rentas, convierte a los municipios en conciertos del Gobierno, esto ha sido siempre así. Un alcalde o prefecto que se pase de opositor está asegurándose de que le cierren las llaves... ni un dólar más de lo estrictamente previsto por la ley, lo que siempre será insuficiente y llegará tarde. Además le harán la vida imposible por todos lados, quitándole las garantías, obstaculizando la realización de obras, etcétera. El tiempo dirá si el difícil equilibrio que ha procurado mantener Rodas, entre el Gobierno y sus partidarios anticorreístas, ha funcionado, pero él entendió que fue electo alcalde de Quito y no líder de la oposición. Entonces hace bien al mantener una postura de diálogo que no ha llegado al servilismo.

Oigo, precisamente entre sus partidarios ¿o expartidarios?, que debería observar una política más confrontante, como Jaime Nebot. Tontería, porque el alcalde de Guayaquil partió de una circunstancia política y administrativa totalmente diferente. Rodas debe enfrentar una burocracia hipertrofiada, que en muchos casos no simpatiza con él, una incierta minoría/mayoría en el Concejo que fluctúa al compás de los camisetazos, un marco legal coercitivo que no facilita desarrollar justamente un “gobierno seccional autónomo y descentralizado”. No es simple, pónganse en sus zapatos.

¿Y por qué comento este tema local en un diario de circulación nacional? Porque esta actitud asumida por algunos quiteños es, sobre todo, un pésimo antecedente para lo que sucederá con el Gobierno que surja de las urnas en 2017. Poner en marcha el país paralizado por la resaca de la borrachera petrolera será obra de romanos. No faltarán los que entusiastas en las elecciones, a los tres meses se declararán opositores porque no les gusta el ritmo al que se hacen las reparaciones. Los líderes políticos que pretenden inaugurar el poscorreísmo deben verse en el espejo de Mauricio Rodas, acosado por ciudadanos que no piensan en el largo plazo y que creen que esto es de soplar y hacer botellas. Con esta actitud volveremos a los años noventa y a la histórica manía de tumbar gobiernos cada tres meses. (O)