A fines de noviembre un artículo de Wall Street Journal decía que la dolarización perjudica a Ecuador ahora que el dólar se está apreciando. Desafortunadamente, la opinión de los autores de dicho artículo es compartida por muchos dentro y fuera del Ecuador, quienes consideran que manipular el valor del dinero es la manera más fácil de resolver nuestros problemas económicos. Prefieren la depreciación del tipo de cambio ante una caída de todos los precios internos, ya que dicen que la primera es más rápida. Pero no son iguales.

El economista Juan Ramón Rallo explica que “la depreciación reduce proporcionalmente todos los precios internos de la economía y encarece proporcionalmente todos los precios exteriores. En cambio, la deflación interna reduce selectivamente solo algunos precios; otros se mantendrán, y puede que haya alguno que se encarezca”.

Supongamos que hay una empresa ineficiente que produce zapatos carísimos y, por otro lado, una empresa eficiente que produce jeans baratísimos con textiles importados. Supongamos, además, que acumulamos un déficit en la balanza comercial (deuda que eventualmente se tendrá que pagar con exportaciones). En esta situación hay dos opciones: o la empresa que vende zapatos carísimos los rebaja, para que a los extranjeros les interese comprarlos (si es incapaz de producir zapatos suficientemente baratos, debería producir otro tipo de bienes), o depreciamos nuestro tipo de cambio para que a la empresa eficiente (la de los jeans) le salga más caro comprar afuera y a la empresa ineficiente (la de los zapatos) le resulte más sencillo vender sin tener que bajar su precio.

Nótese que en ambos casos se reduciría el déficit en la balanza comercial (objetivo cuestionable), pero en el primero se permite que la empresa eficiente continúe especializándose en lo que mejor sabe hacer y la empresa ineficiente se ve obligada a mejorar la calidad de lo que vende o vender más barato. En el segundo caso, la depreciación del tipo de cambio, Rallo explica que “la empresa ineficiente prospera a costa de la eficiente”. La empresa eficiente de jeans debe comprar menos textiles afuera –dado que las importaciones se han encarecido– para que la empresa ineficiente de zapatos no tenga que ajustarse y reducir sus precios.

Todo esto sirve para mostrar que la cruz que cargamos no estaría en la dolarización (con un dólar caro), sino en un gobierno que se esmera por impedir cualquier ajuste interno de precios: que se permita que caiga el gasto público, que se reduzcan los sueldos públicos y el tamaño de la burocracia, que se congele el salario mínimo y flexibilice nuestro rígido mercado laboral, que se abra la economía librándola de barreras comerciales que encarecen artificialmente productos y servicios extranjeros y nacionales, injustamente beneficiando a unos pocos a costa de todos los consumidores ecuatorianos.

Todo esto, por supuesto, implica abandonar el modelo estatista de la “Revolución Ciudadana” y no complementarlo con políticas erróneas del pasado como el timbre cambiario, que de paso es incompatible con la dolarización.

Es probable que el Gobierno resulte ser su peor enemigo. Esa es la paradoja: que con un afán electorero el Gobierno se continúe negando a revertir el modelo, profundizando así el malestar económico, lo cual probablemente le pasará factura en las próximas elecciones. (O)