“Minerva, María Teresa y Patria Mirabal eran tres hermanas que durante los años cincuenta fueron importantes opositoras al régimen dictatorial de Leónidas Trujillo en República Dominicana. Por este motivo fueron encarceladas varias veces, violadas y torturadas. A pesar de ello, continuaron su lucha”.

Así empieza mi búsqueda sobre las razones por las que cada 25 de noviembre se celebra el Día Internacional de No Violencia contra las Mujeres, una fecha conmemorativa institucionalizada en Colombia hace 34 años, durante el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, recogida una década después por la Asamblea General de las Naciones Unidas, que aprobó la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

Así, ayer muchos se tornaron anaranjados. (Quizá debí decir “much@s”, pero hay que oponerse a la violencia con el idioma, también).

“Todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la prohibición arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o la vida privada”.

Así termina mi búsqueda sobre las definiciones y precisiones sobre qué es violencia de género, definición verbalizada y conceptualizada por la ONU.

Es tiempo de aterrizar todo: violencia de género son actos y actitudes personales o institucionales –acabo de tener una pausa sobre el tema de ingresos inequitativos en cargos de igual responsabilidad, asignados a hombres o mujeres–.

Aterrizar el tema, en eso quedamos. “… en razón de que la señorita Consuelo Benavides Cevallos fue arrestada y detenida ilegal y arbitrariamente, torturada y asesinada por agentes del Estado. Fue mantenida clandestinamente, sin una orden, autorización o supervisión judicial. Los agentes implicados y las instituciones del Gobierno a las que estaban vinculados emprendieron una campaña sistemática para negar estos delitos y rechazar la responsabilidad del Estado. A través de los esfuerzos de la familia Benavides y de la Comisión de Investigación Multipartidista designada por el Congreso Nacional, estos delitos salieron a la luz tres años después de los hechos, y el cuerpo de Consuelo Benavides fue ubicado e identificado. A pesar del hecho de que tanto los delitos como su encubrimiento fueron revelados de ese modo, los autores intelectuales y materiales responsables no han sido llevados ante la justicia, muchos detalles acerca de la suerte de Consuelo Benavides permanecen sin esclarecer…”.

Es un extracto  del texto presentado por esa comisión ante la Corte Interamericana de los Derechos Humanos sobre el caso Consuelo Benavides, que aterriza muy bien el tema. La profesora Benavides fue detenida, torturada y asesinada el 4 de diciembre de 1985, durante el modelo de administración socialcristiano, por agentes de la Infantería Naval en Quinindé, Esmeraldas; aunque sus restos fueron encontrados en el nicho 218 “en el ala de restos de cadáveres del cementerio El Batán”. –¿Acaso allí también buscaban los restos de los hermanos Restrepo?–.

El delito de Benavides fue militar en un grupo subversivo que combatía –como las hermanas Mirabal– a un Estado represor. Y su cuerpo lastimado es la prueba.

Las búsquedas anteriores ayudan, entonces, a profundizar las razones por las que ayer cientos marcharon.

Razones que van más allá de colores anaranjados y deben recordarnos lo que fue. Cómo eran. Lo que nunca dejarán de ser. (O)