El miércoles tuvo lugar el primer debate televisado que concede el presidente Correa. Fue concebido como corrida de toros.

El matador se presentó con barra propia, dos banderilleros y un picador, a enfrentar tres miuras. El moderador/picador introducía cada toro que entraba al ruedo con una crítica a su gestión cuando funcionario, con la intención de provocarlo a que desperdiciara sus contados minutos defendiendo el pasado en lugar de evaluar el presente.

Pero el primero, Alberto Dahik, no picó, y planteó el meollo de la situación: la crisis que vivimos era previsible, pues tras un periodo de precios tan altos del petróleo, ineludiblemente vendría otro de precios bajos. Por lo que había que hacer como otros países exportadores de materias primas, Chile el caso más cercano, que ahorran los ingresos extraordinarios en un fondo de estabilización, para poder recurrir a ellos en caso de caída de precios. Ahora no tenemos esa defensa para enfrentar la crisis que está en proceso de profundizarse, siendo el elemento más palpable la caída de los depósitos de los bancos que los obliga a frenar el crédito.

Afortunadamente para Dahik, contó como compañero de panel con Mauricio Pozo, que como ministro de Lucio Gutiérrez nutrió el fondo creado por Gustavo Noboa, a pesar de contar con petróleo de precios bajos. Pozo tampoco “picó” la provocación del moderador, y tomó la posta: si el Gobierno actual hubiera depositado en el fondo la renta petrolera generada por un precio del petróleo por encima del presupuestado, al inicio de la crisis habría acumulado 11.000 millones de dólares.

El contraargumento del presidente es que ha hecho obra con ese dinero; ridiculizó los “fonditos”. Si se hubiera guardado ese dinero, el Estado habría invertido menos, la economía hubiera tenido menor dinamismo, menos infraestructura económica y social. Cierto.

Pero coincido con Dahik y Pozo. Con menor gasto público la situación fiscal sería más equilibrada, la existencia de ahorros hubiera brindado más confianza a prestamistas que nos habrían prestado a menor tasa de interés, hubiera atraído más inversión extranjera, y la expansión no se habría frenado abruptamente, como este año.

La política más prudente de gasto hubiera resultado en menor inflación. Parte de nuestra pérdida de competitividad se debe a que entre diciembre de 2006 y septiembre pasado, nuestros precios han subido 24% en relación con los de Estados Unidos.

A inicios de noviembre al fisco le faltan 3.000 millones de dólares para cerrar el año, incluyendo la amortización de los bonos 2015 por 650 millones de dólares. Ojalá lleguen pronto los fondos chinos anunciados en enero.

Si tuviésemos un “fondito”, el país podría haber enfrentado con más tranquilidad la necesidad de ajustar la economía a las nuevas realidades, de petróleo barato y dólar caro. Esa situación no es un bache, como sostuvo el miércoles el ministro Herrera. Continuará en el futuro previsible, y ahora tenemos que hacer un ajuste sin plata. Las perspectivas son que la economía no crezca más que la población sino a partir de la próxima década.

El tercer participante, Ramiro González, también polemizó por un “fondito”: el de jubilación del IESS, deuda que el Gobierno ha repudiado. (O)