La soberbia de la revolución ciudadana vive un momento de duelo, una cierta humillación pública, un rato vergonzante, con el retorno del Fondo Monetario Internacional (FMI) a la escena ecuatoriana. Hicieron de tal modo las cosas que han traído de vuelta al enemigo; que todo el discurso grandilocuente de la soberanía, de la patria, de la autonomía del Estado rueda hoy por los suelos. Vivimos un giro inesperado en nuestra historia política reciente: el posneoliberalismo, la refundación nacional, el socialismo del buen vivir, la condena vehemente de todo pasado nos ha llevado a un momento de ajuste en el cual las recetas típicas de la agenda neoliberal están ya en marcha: eliminación de subsidios, recortes presupuestarios, despidos en el sector público, congelamiento o reducción de sueldos a la burocracia. Los grandes recortes empiezan por Petroecuador con el despido de 300 empleados y en Petroamazonas con reducciones presupuestarias de 1.137 millones de dólares. Las gasolineras de Petroecuador son reemplazadas, de la noche a la mañana, por estaciones Primax, y con ello el precio de la gasolina súper pasa de $ 2,00 a $ 2,34. Imperan en toda la burocracia miedo e incertidumbre frente al rumbo político de la revolución: su apuesta por un Estado activo, fortalecido, base de la transformación social, se derrumba. La burocracia se apaga, pierde ritmo, se vuelve una maquinaria pesada. Hoy el gran desafío es cómo sustituirla por grandes inversiones privadas.

Lo hicieron tan mal que están obligados a volverse cínicamente pragmáticos, a dar giros ideológicos degradantes, para evitar el temor más grande: un colapso de la dolarización. Tanta retórica revolucionaria para terminar dándoles la razón a los economistas ortodoxos con sus mensajes de prudencia y tecnicismo. Al tarro la economía política de la revolución. Lo hicieron tan mal que ahora administrarán su propia crisis mientras lanzan al tacho de basura sus verdades revolucionarias. Lo hicieron tan mal que no ha sido necesario que vuelva la derecha al poder para enmendar el rumbo económico. Se han adelantado al Fondo, han ido un paso adelante. El Fondo aparece en la escena muy educado y diplomático para aplaudir los logros de la última década, elogiar los ajustes emprendidos y sugerir nuevas y más profundas líneas de acción. Un cierto cinismo del FMI para llevar a la revolución ciudadana a su redil: ¿acaso las recomendaciones no suponen dejar en suspenso si no anular los logros sociales tan elogiados de los últimos diez años? Avanzamos para ir hacia atrás. Vendetta política del FMI sin proponérselo. Frente a la altanería revolucionaria, frente a su infantilismo, la diplomacia del retorno. El FMI is back. ¿Una sonora victoria del capitalismo neoliberal?

Todos saltan de felicidad: los empresarios, porque al fin el Gobierno se vuelve pragmático y deja de lado sus veleidades revolucionarias; la derecha neoliberal, porque el Gobierno sigue las recomendaciones realizadas durante todos estos años para solo administrar la economía y olvidarse de eso de las relaciones de poder; y la izquierda más ortodoxa, porque ratifica lo que había dicho desde hace tiempo –que vivimos una nueva modalidad de capitalismo– y así salvar su responsabilidad. Para esta izquierda, el FMI viene a profundizar el modelo, nada más. Y todos felices. ¡El FMI is back! (O)