El economista Alberto Dahik diagnosticó que la crisis económica nacional se agravará si no se toman medidas. Él pudiere ser confiable para el presidente, quien en el 2010 solicitó su amnistía (aunque no prosperó) y luego, cuando la Corte Suprema de Justicia le levantó la orden de prisión, se alegró por el fallo, sosteniendo: “Conveniencia política no es. Dahik es alguien de derecha, inteligente (...) Es un tipo honesto, (...)”. Posteriormente Dahik fue absuelto de todo cargo.
El exvicepresidente propuso urgentes soluciones para salvar la economía nacional y la dolarización. Señaló los elementos de la crisis: el Gobierno se concentró más en la política y en un esquema ideológico, no en una economía compatible con la dolarización. La dolarización no es buena ni mala (per se). “Es muy buena si se sabe aprovecharla y pésima cuando se la utiliza con un modelo incompatible”. Fue necesaria porque perdimos confianza en la moneda nacional.
Afirmó que el país tuvo un crecimiento económico impulsado por el “bondadoso” precio del petróleo, adormeciendo a la sociedad, concretamente a la masa beneficiada con subsidios y a la clase media que accedió al crédito por la estabilidad de la dolarización. Pero generó una clase empresarial que obtuvo utilidades fáciles, originadas en el gasto público, sin el esfuerzo ni la productividad y tenacidad necesarias. Cosas agradables que impidieron valorar y medir los riesgos, conduciéndonos a esta dramática situación económica.
La depreciación del petróleo es un detonante, no la causa de la crisis; esta es el resultado de muchas culpas. Empezando porque no se entendió el modelo de la dolarización. Anotó que el país nunca tuvo la bonanza petrolera de los últimos 10 años; y era ingenuo creer que el fluctuante precio del petróleo no caería. Fue imperdonable eliminar el fondo de estabilización. Cuestionó el gasto público elevado a niveles insostenibles, incluso bajo cualquier modelo económico, así como el endeudamiento.
Censuró el impuesto del 5% a la salida de capitales, inaceptable en una economía dolarizada. Nadie lleva dinero a un país donde existe tal impuesto.
La gravedad del problema económico requiere un programa completo de medidas, no parches. Lo primero es proteger la dolarización. Segundo, lograr que la inevitable y fuerte recesión sea lo menos dura posible; y, tercero, que la recuperación económica se produzca en el menor tiempo, corrigiendo distorsiones.
Priorizó acudir al Fondo Monetario Internacional, pues proveerá la requerida liquidez en condiciones que nadie más puede darla. Además, permitirá acceder al Banco Mundial y al BID. Así recuperaremos el crédito y nos abriremos al mercado de capitales. Pero será necesario desmontar el anticipo del impuesto a la renta, recortar gasto público, diferir inversiones; eliminar salvaguardias y subsidios.
Recomendó ayudar a la banca privada, no arriesgarla, pues sostiene la economía en las críticas circunstancias; la flexibilización laboral para preservar plazas de trabajo; y buscar a los mejores ecuatorianos que traigan inversión extranjera. “Hacer lo que hay que hacer o el desequilibrio macroeconómico nos hunde”, sentenció. La matriz productiva es “una entelequia (ensueño) del pasado”. El mercado determina lo que se debe producir.
Las propuestas de Dahik tendrían sentido y coherencia, si trajeran aparejado el cambio completo del modelo económico, reduciendo sustancialmente la participación del Estado en la economía; caso contrario serán pan para hoy y hambre para mañana. (O)