¡Qué sería de nosotros sin los editoriales matutinos de Diego Oquendo en radio Visión y de sus entrevistas! O sin el espacio de diálogo y discusión crítico y desafiante en radio Democracia con Gonzalo Rosero; o en radio Platinum con Miguel Rivadeneira y Gonzalo Ruiz. ¡Qué sería de nosotros sin los penetrantes y esclarecedores artículos de José Hernández! O sin esas piezas notables de análisis periodístico de Roberto Aguilar; sin las investigaciones de Plan V y La República. ¡Qué sería de nosotros si no pudiéramos regresar en las tardes a nuestros hogares con los diálogos de Andrés Carrión, un periodista “descomplicado”. O si no tuviéramos los noticiarios de Teleamazonas y Ecuavisa, las ediciones diarias de El Comercio, EL UNIVERSO, Expreso y La Hora.

Quienes hemos pasado por las salas de redacción sabemos la tarea enorme que significa producir todos los días un noticiario y más todavía un periódico. Tarea inmensa y apasionante: acompañar al país, a la sociedad, en su vida política, cultural, social, económica, a través de sus acciones cotidianas, su hacerse diariamente, descifrar los acontecimientos y sus sentidos, las múltiples voces irreductibles en cada uno de ellos. En medio de nuestras necesidades informativas, de opinión y discusión, ¡cómo no extrañar al diario Hoy, a su página editorial, que marcó tantos momentos cruciales en el esfuerzo por construir una visión radical de una democracia plural!

Cómo no elogiarlos en el marco de un proceso político que ha pretendido ponerlos contra la pared, sometiéndolos a toda clase de presiones para asfixiarlos, amedrentarlos, cansarlos, desgastarlos, descalificándolos cada sábado para arruinar su credibilidad. Y allí están más fuertes que nunca, más claros y lúcidos, más comprometidos e indispensables, con una trayectoria larga a cuestas que pesa más que un gobierno transitorio que no ha sabido entender la complejidad de las libertades y que despliega las peores armas, en manos de seres insustanciales, para sancionarlos y acosarlos. En dos años de vigencia de la Ley de Comunicación, el inefable Carlos Ochoa exhibe como triunfo 313 sanciones impuestas a los medios privados. Dice que es para educarlos. Él, sin ninguna trayectoria importante, sin mucho para mostrar, sin méritos profesionales, ¡educa a los medios! Se despliega ese enorme poder estatal con la mirada silenciosa, cómplice, de quienes en su momento fueron parte de lo que el oficialismo llama prensa corrupta, personajes que claudicaron en sus valores y principios por ocupar cómodamente ministerios y embajadas importantísimas, primos que hicieron un giro de 180 grados frente a sus convicciones, que han guardado un silencio inadmisible, oportunista, frente a todos los atropellos.

Sin ese contingente enorme de pensamiento, reflexión, análisis cotidiano de lo que ocurre en el país, generador de información, que nos desafía a pensar, a involucrarnos como ciudadanos en el devenir del Ecuador y sus problemas; que nos lleva a tomar posiciones, cualesquiera que estas sean, viviríamos en la ingenua y tonta felicidad del señor Ehlers, convertido en el emblema del despilfarro y la desfachatez. A todos esos periodistas que han ratificado hoy más que nunca su compromiso con la profesión, con su independencia, sacrificando incluso su bienestar y tranquilidad, un elogio y una admiración. (O)