Cierto amigo me contó que proyectaba escribir un libro en el que relataría sus experiencias de la vida en el capitalismo. Sabiendo que, aunque es un gran viajero, no ha vivido fuera del Ecuador, le pregunté cuándo ha sido habitante de un país capitalista, pues ciertamente este no lo es. Me replicó que aunque en verdad conviven aquí varios “modos de producción”, el predominante es el capitalista. Esto tampoco es verdad, el “modo de producción” dominante es el socialista, por lo menos desde los años setenta del siglo pasado, cuando el Estado asumió el rol protagónico de la vida económica. El poderosísimo sector estatal convive en perfecta armonía con un sistema mercantilista, es decir, con personas que dependen de la protección, ayuda y “negocios” con el Gobierno, para hacer utilidades y subsistir. Por supuesto que hay empresarios capitalistas que trabajan sin apoyos políticos, que basan sus resultados en la eficiencia y competitividad, pero son minoritarios. Hay otro factor importante que nos impide calificar a la sociedad ecuatoriana como capitalista, es la falta de racionalidad económica, con asombrosa frecuencia, aquí el capricho del dueño está sobre la productividad y la rentabilidad.

Bueno, si este no es un país capitalista, ¿cuál puede serlo? ¿Estados Unidos? Serios tratadistas consideran que, en el mejor de los casos, se trata de una economía mixta, y en el peor, francamente socialista. Ellos tienen razones de peso para pensar así, pero el otro día leí una noticia, casi de la vida cotidiana, que me demostró que, ciertamente, el capitalismo y, lo que es peor, el espíritu mismo del capitalismo, se han perdido en la Unión. Gary Harrington, de Eagle Point, Oregón, fue condenado a un mes de prisión por haber construido tres reservorios para recolectar agua de lluvia y deshielo. Muchos se preguntan, ¿en qué momento el gobierno se apoderó de la lluvia? Henry David Thoreau se avergonzaría de que esas cosas ocurran en su país.

Hace poco, el fabricante de automóviles eléctricos Tesla fue obligado por las autoridades de varios estados norteamericanos a vender sus vehículos a través de distribuidores y no directamente, con lo que abarataba costos. Este es un caso de mercantilismo flagrante. La misma Tesla sufrirá un golpe similar en Europa tras la salida al mercado de su batería para casas, que permite el abastecimiento autónomo de electricidad a base de energía solar. En España y algún otro país, ya las empresas estatales o privadas con protección gubernamental han anunciado que el uso de este interesante artilugio será ilegalizado.

Menos mal que hay organismos internacionales que nos salvan del abuso de los gobiernos, como el famoso Fondo Monetario Internacional, causante de la “larga noche neoliberal”... ¿eso creen? Verán, el otro día esta entidad que es el colegio cardenalicio del capitalismo para muchos ignorantes, propuso un impuesto del 10% a la riqueza de las familias, por una sola vez, con el fin de que los gobiernos solucionen de un tajo sus problemas de deuda pública. Podemos exclamar, ¡con capitalistas así, quién necesita socialistas!(O)