Intención política o chiripazo. Cualquiera que sea la explicación, lo cierto es que obtuvieron un resultado óptimo al poner como portaestandarte en el tema de la seguridad social a una señora que no puede ser acusada de haber usado alguna vez el arma de la inteligencia. Nadie mejor que una persona cargada de fe ciega para cumplir ese papel. La sinceridad que se deriva de la torpeza era el escudo óptimo para cubrir al resto, especialmente a quienes aún mantienen un difuso recuerdo de los tiempos de militancia en la izquierda. Ellos no tendrán problema en levantar la mano o aplastar el botón del voto electrónico, porque al fin y al cabo eso se disuelve en el anonimato de la mayoría. Pero algo muy distinto es salir a la luz pública. No se atrevieron a hacerlo porque sabían y saben perfectamente que en ese caso habrían tenido que defender uno de los proyectos más regresivos y reaccionarios de las últimas siete u ocho décadas. Es un bombazo más retrógrado que los intentos, felizmente fallidos, de los neoliberales criollos. Habrían tenido que reconocer que el proceso comandado por el líder se parece cada vez más a la famosa restauración conservadora y que ellos son parte de esta.

Así es, la muerte del IESS fue decretada con el silencio de quienes bajo cualquier otro gobierno no habrían desperdiciado cuanto micrófono hubieran encontrado para expresar con exaltada indignación su compromiso con los más necesitados. Resulta inútil preguntarse por las razones de ese silencio, si durante ocho años han demostrado que el bolsillo reemplazó a los principios y a la conciencia. Es mejor dejar ese tema aparte y tratar de despejar dos incógnitas.

La primera consiste en indagar en las razones que tuvo el líder para tomar una decisión como esta, sabiendo –como debe saber– que será un lastre para todo el resto de su vida. Es que resulta incomprensible que provenga de una persona que ha utilizado gran parte de su tiempo en tratar de demostrar que es de izquierda. La explicación más sencilla se encuentra en los apuros económicos que debe enfrentar después de haber vivido como nuevo rico. Pero esa es solamente una parte de la respuesta y no necesariamente la más importante. La deuda con el IESS no constituye una carga inmanejable en términos de los desembolsos que debe hacer en el año, pero sí es un problema grave para el cálculo del endeudamiento público. Gracias a la política soberana aplicada en estos años, el monto de la deuda se acerca rápidamente al límite fijado legalmente. Entonces, quedaba como solución la reforma legal, pero habría sido demasiado burda e inoportuna. Era mejor tomar el atajo del desconocimiento de la deuda.

La segunda incógnita alude a las medidas que vendrán a continuación. La profundidad y la magnitud de la crisis han configurado una situación que no se subsanará con las que ha tomado hasta ahora. El ajuste comenzó con los recortes del inicio del año y no parará porque el problema es gordo.(O)