Cuando Agustín tropezó en un discurso con palabras que no solía usar, recalqué la responsabilidad de quien había elaborado aquel ampuloso texto. Si nos pidieran leer un discurso en quichua, tendríamos nosotros las mismas dificultades. Bonil hizo más bien mofa de los jugosos sueldos cobrados por los asambleístas, habría usado el calificativo de pobretón para cualquier otro legislador. Siendo amigo personal del caricaturista, niego enfáticamente que pueda discriminar a un ser humano por su acento, el color de la piel. Sería bueno, además, saber dónde está la frontera entre lo blanco, lo bronceado, lo tostado y lo negro. Más bien hicieron el daño todos aquellos que armaron una batalla alrededor del dibujo.

Lo que sucede es que muchos reaccionan visceralmente, no analizan debidamente las intenciones. El humor es irreverente, Bonil puede mofarse de un candidato a la presidencia capaz de hacer eructar los volcanes, de un mandatario empeñado en sostener que Venezuela y Portugal se encuentran en el mismo continente, puede reírse a mandíbula batiente cuando Jaime Nebot quiere mearse sobre un contrincante (cuando voy a la playa me pongo una camiseta que lleva esta frase). Pienso que la verdad tiene mil formas de expresarse o de interpretarse. Cuando pregunté a León Febres-Cordero si había mandado a matar a Nahim Isaías y a los hermanos Restrepo, no me estuve burlando, solo quise saber y me gustan las preguntas que se hacen a quemarropa. A León se le cayó de los labios el cigarrillo, pero respondió en nombre de su personal verdad y los televidentes pudieron elaborar la suya.

François Hollande es blanco de los humoristas que llegaron a dibujarlo exhibiendo su viril arma de dotación y clamando que el miembro presidencial es quien manda en Francia, o mostrando la motoneta estacionada al pie de la cama donde se fue a engañar con la actriz Julie Gayet a Valérie Trierweiler, la primera dama de entonces. Existen miles de caricaturas muy irreverentes mostrando al papa Francisco en las más inimaginables situaciones. Los chistes acerca de Bombita, de Rodrigo Borja, de Velasco Ibarra están en todas las memorias. Insistir en responder al supuesto agravio es como tratar de matar a una avispa. Cuando se logra hacerlo, llega un montón de ellas y se ensañan en el sujeto.

Admiro a Lenin Moreno, hombre moderado en sus palabras, su forma de ser, lo conocí en su hogar, me alegra leer su opinión acerca de Bonil: “Creo que en este caso jamás en la vida existió la intención de afectar socialmente ni humanamente al Tin Delgado”. Insiste Lenin en denunciar al asesor que escribió un discurso “en una terminología no propia de la comunidad negra”. No faltarán quizás los acusadores de siempre diciendo que Lenin está mofándose del lenguaje de la comunidad afro. Espero poder pronto entrevistar a Agustín Delgado, no para mover el tema de la caricatura, sino para intentar descubrir al ser humano lejos de la cancha o de la Asamblea. Pienso que de nada sirve la inteligencia cuando no la acompaña el sentido del humor, esta capacidad que tiene el ser humano de burlarse de sí mismo. (O)