América del Sur ha tenido estadistas reconocidos a nivel planetario. Pienso en Rómulo Betancourt, en Alberto Lleras Camargo, en Galo Plaza... también en Fernando Enrique Cardoso o en Ricardo Lagos, cuya estatura moral e intelectual está fuera de discusión. Pero de unos años a esta parte todos los países sudamericanos están gobernados por figuras que no están a la altura de sus ilustres predecesores, incluso algunos manchan la memoria de los prohombres continentales ocupando el sitial que estos honraron. Las fotografías oficiales de las cumbres de Unasur lo demuestran, en ellas vemos figuras que oscilan entre lo pintoresco y lo anodino, trajes folclóricos y hombres que hablan con los pajaritos.

En su última visita al Ecuador fue homenajeado el presidente uruguayo José Mujica. A pesar de su sórdido pasado guerrillero, se trata de un buen hombre, cuya austeridad destaca en medio de las prepotentes vanidades. Pero su gestión gubernamental no es tan amable: aprovechando los altos ingresos de las materias primas aumentó la carga impositiva y el gasto público, el déficit está en los límites de lo manejable, su gestión ambiental deja mucho que desear y, aunque nos entusiasmó diciendo que la mejor ley de comunicación es la que no existe, propuso una Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual... lo mismo con otro nombre. Su esposa, también exguerrillera, y diputada, suele ser mucho más explícita y habla de tener unas “Fuerzas Armadas fieles al proyecto nuestro”, está claro que van por todo. Mucho cuidado con el abuelito bonachón. ¡Y eso es lo más rescatable en las cumbres de Unasur!

Cuando dijeron que la sede de Unasur, sita en Lulumpampa, tendría el mayor “volado” del continente, pensé que se trataría de una grácil estructura. Pero no, es un edificio pesado, de arquitectura trabada, que no aporta a la estética de la zona. Probablemente cuesta lo que costó, pero antes de echar mano a una cantidad tan importante, debió “socializarse” que a los ecuatorianos nos salía por 43 millones. Indelicado. Y rastacuero. Pero lo que es más difícil de tragar es que la construcción se llame Néstor Kirchner, un político con un historial insólito. Son conocidos los buenos negocios que realizó este señor durante la dictadura militar, luego su activa militancia menemista y la habilidad de él y su pareja para enriquecerse durante sus mandatos. Su esposa y actual presidenta dice que las fuertes decenas de millones de dólares que declara las ganó por ser una “exitosa abogada”. En los últimos tiempos se le ha pedido que muestre el título que la califica para tal profesión, pero este documento que cualquier letrado cuelga orgulloso en su despacho, en su caso, es un secreto de Estado. Habiendo Borges, Sarmiento, Alberdi o, se me ocurre, Lavalle, el héroe de Riobamba, ¡nos vienen a chantar dos monumentos a Kirchner en Quito! Si, como dijeron, el tan cuestionado presidente argentino es el símbolo de la unidad sudamericana, yo me declaro ciudadano de la Atlántida.(O)