Hay que ser justos. Cabe reconocer el mérito del secretario de Comunicación al colocar un hito en el duro camino de la libertad de expresión. A inicios de la semana pasada, con la difusión internacional de CNN, dejó sentado un precedente para la aplicación de la Ley de Comunicación. Desde ese momento, los organismos de censura creados al amparo de esa norma ya no podrán (o no deberán) perseguir a la opinión. Haciendo suyas las palabras de decenas de columnistas de opinión y de personas de a pie que quieren expresarse en las redes sociales o en cualquier otro espacio, el funcionario reivindicó su derecho a opinar sin interferencias.

“A mí me parece, es mi criterio, es mi opinión, es mi percepción, que el diario dijo: ‘Mejor cierro antes de que descubran el fraude’”, sostuvo en referencia al diario Hoy. Ante el sorprendido entrevistador, que le hizo notar que según la ley ecuatoriana eso podría configurar la figura de calumnia, reiteró: “Esa es mi opinión y tengo mi derecho a hacerlo, y usted no me puede coartar a mí mi libertad de opinar y de decir”. Como si pudieran quedar dudas, finalmente reafirmó: “Yo no estoy aseverando, yo opino eso, esa es mi percepción”. En fin, una impecable diferenciación entre información y opinión, en la que esta última no requiere de confirmación, contrastación ni verificación. Él –y se entiende que cualquier persona– es dueño de emitir su opinión sin que eso signifique aseverar o afirmar y sin tener que probarla o sostenerla con evidencias.

Es un concepto de opinión que va mucho más allá del que han sostenido columnistas, caricaturistas y tuiteros. Incluso en los casos emblemáticos que derivaron en juicios, disculpas y rectificaciones, los autores no se atrevieron a tanto. En el asunto del 30S y los 80 millones de dólares, el columnista Palacio planteó una situación hipotética en la que, en su opinión, alguien podría acusar al líder de actos graves. Cuando a Bonil se lo obligó a rectificar y explicar una caricatura, se lo acusó de no haber contrastado y confirmado lo que constaba al pie del dibujo, a pesar de que eran frases tomadas casi textualmente de despachos de agencias de prensa. En ninguno de esos casos hubo acusaciones tan fuertes y directas como las que hizo el secretario de Comunicación en la entrevista. Sin embargo, contra Palacio intervino la justicia con la rapidez de Chucky Seven y Bonil tuvo el nada envidiable privilegio de inaugurar las actividades de uno de los organismos inquisidores.

La búsqueda de equidad en el tratamiento de los casos de persecución a la opinión ha motivado que muchas personas pidan similares sanciones para el secretario. Puede parecer lo justo, ya que de iguales acciones deben desprenderse iguales consecuencias. Pero al hacerlo están mirando el mundo al revés. La verdad es que el funcionario dio un paso fundamental en defensa de la libertad de opinión y, obviamente, los organismos controladores no lo castigarán. Ese es el tratamiento que debe regir para todos. Gracias, señor secretario.

La verdad es que el funcionario dio un paso fundamental en defensa de la libertad de opinión y, obviamente, los organismos controladores no lo castigarán.