Transformemos el cianuro en oro. La llamada “jubilación patronal” es una de las más nefastas disposiciones de nuestra mala legislación laboral. Tal mandato impone que a los trabajadores que han servido más de 25 años a un mismo patrono, este les pague una pensión vitalicia. El resultado de esto es que la inmensa mayoría de patronos procura forzar la renuncia del trabajador que está a punto de cumplir ese tiempo, para evitar una erogación por un servicio que ya no recibe. Si así ocurre, el empleador no cuenta más con un empleado experimentado y este encontrará dificultades para volver a engancharse, porque normalmente ya estará en una edad en la que no se suele contratar por múltiples factores. Es decir, pierden los dos, perdió la sociedad. Para evitar estos subterfugios se estableció que a partir de los 20 años de servicio ya se tiene derecho a recibir proporcionalmente esta pensión... con lo que la treta patronal se adelantó cinco años. Poco ayudó establecer la posibilidad de sustituir la pensión vitalicia por una indemnización que se paga de una vez.

Menos mal, parece que el poder Legislativo (que actualmente funciona en una oficina del Palacio de Carondelet) se ha dado cuenta de lo dañino de esta pseudoinstitución. Así va a oficiar a su dependencia redactora (que trabaja en los salones del Palacio Legislativo) para que las nuevas leyes laborales supriman la jubilación patronal... pero pretende cambiarla definitiva y generalmente por una bonificación que se pagaría una sola vez. Si esta va a ser una cantidad significativa, la nueva disposición conserva los peores aspectos de la anterior, pues se seguirá evitando por cualquier medio que los trabajadores acumulen muchos años de trabajo.

Uno de esos malévolos aspectos es que es discriminatoria para con quienes han trabajado menos tiempo en una misma empresa. Personas que justamente por su eficiencia han sido reclutadas por nuevos empleadores, digamos dos veces en la vida, no tienen derecho a esta pensión y solo lo tendrán a la nueva bonificación de manera reducida. Por eso proponemos sustituir la jubilación patronal por un aporte que se haría, desde el primer año de trabajo, de medio sueldo anual, digamos, a un fondo que procuraría más adelante una jubilación paralela. Un cálculo rápido permite establecer que al retirarse un trabajador tendría un haber cercano a sus ingresos por cinco años de trabajo. Así, lo que era una amenaza se transforma en un generador de ahorro nacional, que es algo que nos falta desesperadamente. Para evitar que estos fondos caigan en manos de “buitres financieros”, se puede incentivar la creación de entidades sin fines de lucro, especializadas en este tipo de manejos. Para detallar todas las ventajas de esta propuesta necesitaría varios artículos como este, pero sé que una idea así es algo actualmente innombrable, pues justamente se está a punto de meterle el diente estatal a algo parecido a lo propuesto, que son los fondos de jubilación del magisterio y otras organizaciones de empleados estatales.