No conozco a Mauricio Rodas ni tengo relación con su movimiento, pero me parece un joven dinámico, perspicaz y, sobre todo, con ganas de ser político en serio. No ha rehuido los lances y ha asumido retos que a muchos amilanan. En las últimas elecciones presidenciales tuvo una baja votación, pero pareció un triunfador, muchos analistas acertaron al decir que ese 4% lo pasaportaba hacia el futuro. Y es que tiene redaños, guts y eso no abunda actualmente en este país en el que predomina el ganado lanar. Era algo que necesitaba para disputar la alcaldía de Quito, pero mucho más lo va a necesitar para ejercerla, a pesar de que la ganó con un sonado triunfo.

Ya electo dio una muestra de sensatez que no gustó a algunos: asistió a una invitación al Palacio de Gobierno que se hizo a los alcaldes electos. La estructura del Estado ecuatoriano hace a los gobiernos seccionales absurdamente dependientes del Gobierno central, por lo que mantener una buena relación con este es indispensable. Sin embargo, como Rodas de iluso no tiene un pelo, dudo que haya creído que con este gesto se los metía al bolsillo, lo que quería decir era que por él no faltaba, que estaba dispuesto a colaborar. El sectarismo imperante es tal que ellos mismos admiten tenerlo y lo mencionan como causa de su última derrota electoral. Antes podemos ver un borrego volando que pensar que le van a facilitar el trabajo a quien se perfila como su más poderoso contendor.

Así las cosas, el código de ordenamiento territorial se volvió súbitamente “urgente”, porque hay que quitarles a los alcaldes de oposición competencias... quieren ganar con un tapetazo legislativo lo que perdieron en las urnas. Es una medida de elemental defensa propia política el que el nuevo alcalde se oponga a ese engendro jurídico. Mas ya le advirtieron desde las majestuosas alturas que está “empezando mal”. Estaba visto, no dejarán de buscarle la quinta pata al gato. Por su parte, los concejales adictos a la anterior administración están anticipando que serán los contreras del periodo. Lo mínimo que se puede pedir a todos es dos reales de sentido cívico y no obstaculizar el trabajo por una ciudad que se desploma.

Se dice que la suerte es la medida de nuestra ignorancia. Cuando somos incapaces de encontrar la causa de cualquier fenómeno lo atribuimos a la suerte. Por eso no le deseo suerte al novísimo burgomaestre capitalino, su labor no puede estar librada al azar en ningún sentido. En lugar de eso espero que encuentre racionalidad, buen consejo, inteligencia, ductilidad, mesura, transparencia, facultades que unidas a la determinación y sagacidad que ha demostrado en su carrera, le permitirán llevar a buen término una gestión que se inicia en las circunstancias más difíciles que haya tenido jamás un alcalde de Quito. Esto puedo decirlo, afortunadamente, en un diario de circulación nacional, porque a todo el país le interesa que la gestión de Mauricio Rodas sea exitosa.