Te llamarás Bruno. Los seres humanos queremos conjurar a los hados con las palabras al nombrar a las personas y a las cosas que queremos. Solo lo que nos importa tiene nombre, siempre queremos, o deberíamos querer, que esos objetos de nuestro amor se traspasen de lo que el nombre significa. Por eso, con amor, tus padres escogieron Bruno y al saberlo dije “como Giordano Bruno”... porque no solo interesa la etimología, sino el patronazgo de los ilustres que así también se llamaron, marcando para siempre la palabra con la luz de sus hechos. Entonces quedas denominado para toda tu vida con el nombre del filósofo, así no temerás al fuego y tu pensamiento volará libérrimo. Sin dogmas ni tonsuras, ni dominico ni calvinista, te quiero siempre hereje, siempre inconforme.

Asombrosa encarnación de mi genoma, milagro de mis ácidos nucleicos, pequeño caminante que tomas la posta en el sagrado sendero de la sangre. Llegas para estrenar en mi vida la condición mágica de abuelo que, como dijo el ilustre Ferdinandus Hispalensis, me resituará en la vida, serás la atalaya desde la que puedo mirar el futuro y seguro que a través de ti tocaré el siglo XXII. La agenda de las ilusiones está llena de pájaros, de semillas, de cuentos, de películas, de mares, de cumbres, de amigos, de estrellas, de estudios, de colores, de barro, de amores, de partidas, de llegadas... El sentido de mi existencia brilla inusitado con el lustre de tu arribo.

Bajo la constelación de Peces y en año de caballo, la mítica metáfora de la astrología vale si nos sirve para soñar. “Potro en tierra, pez en el agua” es el presagio, has sido llamado a dominar los elementos... como todos los hombres, el llamado es para todos, pero hay que tener valor para seguirlo. Nacido lejos de mis brazos, de mis montañas, de nuestros pueblos, en la Barcelona de dragones y de libros, frente al Mare Nostrum que te invita a ser uno con las historias milenarias, con la formación de ese Occidente bienhechor al que nos debemos. Tengo el derecho, tengo la obligación, tengo la necesidad, de esperanzarme y de anhelar... Qué más da, que mis ambiciones, esperanzas y anhelos te contaminen para siempre, para que no seas igual a mí, sino maravillosamente tú mismo, para sentirme feliz cuando digan de ti “nada que ver con el abuelo”.

Te llamarás Bruno, es decir, el oscuro, porque la vida también es sombras, porque es necesaria la noche para que el mundo se regenere. Es la tiniebla la que nos permite ver los astros y plantearnos los viajes más audaces. En la oscuridad moran los cocuyos, las polillas de colores asombrosos, los nictibos con ojos de fuego, los jaguares, los tesoros, los aerolitos y, sobre todo, los manes de nuestra tribu a los que te encomiendo para que jamás te falles.

... como todos los hombres, el llamado es para todos, pero hay que tener valor para seguirlo.