La revolución cubana fracasó hace ya mucho tiempo. Por admiración a Fidel Castro, su tutor, el coronel Chávez trató de sostenerla regalándole petróleo, pero hoy Venezuela y Cuba se hunden juntas: han fracasado económica y políticamente. Lo que no cabe es que el Gobierno del Ecuador les siga apoyando mientras el Gobierno de Maduro reprime sangrientamente a su pueblo, sostenido por las Fuerzas Armadas que han sido politizadas, por fuerzas paramilitares organizadas desde el poder y por decenas de miles de cubanos que se encuentran instalados en la administración venezolana, incluido el Ministerio de Defensa. Al pueblo ecuatoriano le corresponde decidir si se continúa o no por la fracasada senda del Socialismo del Siglo XXI.

En lo económico, Venezuela vive la paradoja de contar con las mayores reservas de petróleo del mundo, de que el petróleo se venda a más de cien dólares por barril, ¡y no tener divisas con las cuales importar los alimentos que ella ya no produce porque ha destruido las unidades productivas! En lo político, como consecuencia de lo económico, solamente con la fuerza bruta están tratando de mantener tapada la olla de presión de las gentes acosadas por el hambre. Tal es la desesperación del Gobierno, que ha empezado a tratar de esconder la realidad sacando del aire a las televisoras internacionales que le presentan al mundo las protestas y la represión salvaje de esas protestas. Ya antes canceló licencias de operación de la mayor televisora nacional y de varias radios. Los muertos, los heridos y los presos son cada vez más numerosos.

Como lo hace el animal herido, el Gobierno venezolano se revuelve furioso contra todo aquel que lo invita a cesar la represión y dialogar con la oposición. Muy difícilmente los organismos regionales como la OEA, la Unasur, podrán actuar con eficacia, porque Latinoamérica se encuentra dividida por razones ideológicas y de conveniencia por el petróleo venezolano; de todas maneras, una reunión de estos organismos podría hacerle comprender al Gobierno que se encuentra bajo la mirada del mundo y que con la represión no solucionará los problemas.

La oposición propone pasos sensatos para encontrar una solución: propone la mediación de la Iglesia; obviamente condiciona todo diálogo a la liberación de los presos políticos, al desarme de los grupos paramilitares, a la descriminalización de la protesta. Creo que la solución durable no puede ser otra que la de recurrir a la decisión directa del pueblo.

Es innegable que el llamado Socialismo del Siglo XXI ha fracasado. Solo ha servido para que sus líderes, agrupados en la ALBA, se perpetúen en el poder. Todos han cambiado las reglas del juego con las que fueron elegidos para optar por la reelección. Los que lucharon contra los dictadores vitalicios, como los Batista y los Somoza, no han hecho otra cosa que reemplazarlos en el solio dictatorial.

Creo que el pueblo del Ecuador ya está consciente del fracaso de las transformaciones propuestas por Castro y Chávez; al Gobierno le toca interpretar el pensamiento del pueblo ecuatoriano o, mejor todavía, consultarle directamente si quiere o no continuar con esta asociación con la ALBA.