Por: Nicholas Limerick

En el 2010 estaba en casa con mi familia quichua, mi madre y mi hermana, con quienes he vivido durante meses en los últimos años desde que llegué de Filadelfia. Es la familia que me acogió durante mi proceso de investigación en el país.

Era una fría noche en Quito y mientras nos acomodábamos en la mesa para servirnos una sopa de verde, estábamos charlando sobre lo que había sucedido en el día.

Yo les contaba que durante una visita al mercado había conversado en quichua con uno de los vendedores, él me preguntó con quiénes vivía. Les conté que, al responder la pregunta, yo había contestado “allkuwanmi kawsani”. Terminé la frase y al instante todos en la mesa comenzaron a reír. En aquellos días, yo estaba empezando a hablar quichua y mi intención era decirle al vendedor: “Vivo con una familia” (“familia” se traduce como “ayllu” en quichua), erróneamente elegí una palabra que suena similar, “allku”, que significa perro. Con una sonrisa, mamá dijo: “Ve afuera a dormir, porque si eres un perro, es allí donde vives”.

Para mi tesis doctoral investigo la importancia que tiene para los líderes indígenas conocer y hablar el quichua, especialmente, con quienes están vinculados a la educación intercultural bilingüe. Parte de ser antropólogo implica compartir con las personas, he pasado mucho en la Dirección Nacional de Educación Intercultural Bilingüe y en las escuelas que ellos manejan. Este esfuerzo incluye colaborar con talleres y reuniones, lo que implica pasar tiempo con maestros y estudiantes.

Algo que me ha sorprendido durante la investigación es que la mayoría de los líderes quichuas con quienes trabajo rara vez han hablado del quichua como una lengua “moribunda” o “en peligro” que podemos “salvar”. Contrario a discursos que pretenden “salvar la lengua”, pensamientos que provienen de ideas europeas-americanas sobre las lenguas amerindias como el quichua. Muchos de mis amigos quichuas reaccionan con sorpresa cuando escuchan tales nociones porque afirman que en muchas comunidades siguen hablando quichua.

Ahora han surgido numerosas iniciativas patrocinadas por diversos ministerios y organizaciones no gubernamentales que promueven la interculturalidad a través del quichua.

Lo que es real, es que en la actualidad muchos niños quichuas, a pesar de entender, no pueden o no quieren hablar en quichua, tal vez por vergüenza.

La lengua se ha dejado de hablar en muchos lugares, pero hay varias personas que la mantienen y en ese aspecto es importante tener en cuenta que se usa la lengua en determinadas circunstancias, por ejemplo, es común hablar con gente de confianza o con quienes tienes un vínculo. Se habla en espacios comunes como la casa; en lugares públicos hablan en español porque a veces tienen vergüenza.

Por ejemplo, muchos hablantes nativos del quichua afirman rápidamente que cuando uno saluda a alguien en quichua en una comunidad, ese saludo es muy diferente que en español. Diciendo: “Entra” o “vamos a descansar”, son formas de hablar en algunas comunidades, es más cálido, cercano y cariñoso.

Sin embargo, cuando alguien oye quichua en la radio o en un evento, es posible que escuche saludos como “alli puncha” o “buenos días”. Estos saludos suelen sonar extraño o frío para muchos quichuahablantes. Esto nos demuestra que las normas para hablar en español afectan el cómo se habla en quichua.

Para mí es novedoso, al hablar tres lenguas (español, inglés y quichua) tengo más acceso a más lugares que a veces no tengo en mi propio país. La gente me da confianza y puedo conocerlos de manera más profunda.

La historia con la que empecé este testimonio es un ejemplo de hablar en y sobre quichua en lugares íntimos, con personas en las que uno confía. También es un ejemplo de cómo el quichua aún se habla en ciertos casos, y que es entendido por los niños aunque tengan dificultades al momento de hablarlo.

El quichua se habla cada vez más en espacios donde antes era tácito, como en actos públicos y en los anuncios de televisión y radio del Gobierno, e incluso con unos “gringos”, pero los funcionarios que hacen estos discursos seguirán enfrentando dificultades, como por ejemplo, la reacción negativa de ciertos grupos que no esperan o no ven la necesidad de que se hable quichua en ciertos lugares o en eventos. Sin embargo, el que se hable en quichua en estos espacios afianza la idea de que esta es una lengua que ha sobrevivido por años y que a pesar de la censura ha empezado a encontrar espacios.

En la actualidad, en Ecuador se ha dado una especial relevancia para con los idiomas indígenas reconocidos en la Constitución y en el LOEI, pero es necesario recordar que esta ha sido una lucha constante en el país, una propuesta por la que lucharon incansablemente líderes indígenas, organizaciones y pueblos desde 1988. Yo tengo la suerte de trabajar para mi tesis con muchos de estos individuos que conocen todo el proceso de la educación intercultural bilingüe en Ecuador.