Parecería lógico que después de la Guerra de Secesión, de largo la más sangrienta que vivió Estados Unidos, la idea de que uno o varios estados se separen de la Unión debió quedar sepultada, pero jamás ocurrió así. En el sur, en los que fueron los Estados Confederados (1861-65), siempre hubo mucha gente que no se conformó con el resultado de la guerra. Actualmente el secesionismo es una tendencia creciente. Desde la reelección de Obama más de 750 mil americanos han pedido que se permita a sus estados separarse.
El nuevo país que surgiría de la ruptura comprendería básicamente los estados ex-confederados, sin Florida, más algunos del centro y de las montañas. En algunas partes, como en Colorado, hay un movimiento para dividir en norte y sur al estado, porque hay grandes diferencias políticas y culturales entre las dos regiones. No ha faltado alguien como el escritor Chuck Thompson, quien en su libro Mejor sin ellos afirma que las dos partes se beneficiarían de la separación y les dice a los estados separatistas “que les vaya bonito”. Los secesionistas sostienen que el proceso histórico que conformó los Estados Unidos siempre fue una secesión de la parte más pura de la nación de un centro abusivo y corrupto. Los Padres Peregrinos se separaron de Europa para venir al Nuevo Mundo a edificar una comunidad libre y cristiana, lo propio hicieron los Padres Fundadores al independizar a las colonias de Inglaterra, entonces sus verdaderos sucesores no deberían temer tomar su propio camino. En cuanto a lo jurídico dicen que un Estado no necesita autorización de ningún tipo para dejar la Unión.
Se trata de una tendencia poco homogénea, en la que convergen libertarios, protestantes fundamentalistas, suprematistas blancos y otras fuerzas que casi lo único que tienen en común es su rechazo a la marcha que ha tomado el país. Están contra las guerras externas, el espionaje estatal, la injerencia de los grandes bancos en el gobierno, pero también contra la expansión de la seguridad social y el control de armas. Aunque en muchos puntos coinciden con el Partido Republicano, en especial con su ala radical el Tea Party, en general desprecian a la clase política “de Washington”, que ignora la Constitución, o la Biblia, o ambas. En todos los temas tienen entre ellos fuertes diferencias de matiz y de énfasis. Las encuestas demuestran que hay un gradual giro a la izquierda, digamos, en la mayoría de la población estadounidense, en materias como aborto y seguridad social. Sin embargo, esta evidencia refuerza a los rupturistas, que encuentran en ella un buen motivo para “irse” y formar un reducto genuinamente americano, una nación de santos como lo quisieron los Padres Peregrinos y Fundadores. Las posibilidades reales de que se dé esta separación son remotas, pero preguntamos si este sentimiento (porque eso es esencialmente, un sentimiento) no es causado por el empeño en transformar a ese país en una socialdemocracia tipo europeo, imponiendo instituciones extrañas a la esencia americana.