A lo largo de la historia, el ser humano siempre ha buscado la verdad.

Filósofos, teólogos, políticos, sociólogos e historiadores, cada uno con las herramientas adquiridas en la academia, o en los caminos de la vida, han ido en busca de la verdad.

Lo único cierto, pese a los esfuerzos de todos por encontrarla, es que esta “doña verdad” resulta esquiva para muchos y no se entrega en exclusiva para nadie.

También es cierto que ha sido mentada para realizar los más atroces crímenes de la humanidad. Hitler tenía su “verdad” y actuó según ella; desde Calígula hasta Pinochet y Videla; desde los suicidas del 11-S hasta Al Assad y sus recetas químicas; desde Pablo Escobar hasta David Chapman.

Digo esto porque no es nuevo que los políticos de turno que detentan el poder crean que con el voto popular se han ganado el derecho de dominio de la verdad absoluta.

Y que la única verdad, obligatoria para todos, por cierto, es la que interesa y conviene a la estabilidad, credibilidad y popularidad del gobernante y sus cortesanos.

De allí la obsesión de los gobernantes totalitarios por la opinión disidente, porque exista el mínimo resquicio de verdad ajena. Les cuesta entender que la verdad no tiene dueño; que cada ser humano tiene su verdad, y que la única verdad es la que cada individuo lleva en su alma, y que ni el dolor físico ni los insultos cambian.

Por el contrario, toda agresión que recibe un ser humano por defender su verdad no hace otra cosa que reafirmarla y volverla más sólida que una roca; por ello, la represión genera violencia; ¿o acaso el torturado por pensar diferente cambia su verdad por la de su verdugo?… que dicho sea de paso, muchas veces no tiene verdad propia…

Entonces, a pesar de los esfuerzos del poder total por vender una verdad y enrostrarla a todo aquel que ose tener la propia, tarde o temprano, la manipulación de la oficial obligatoria caerá por su propio peso.

Yo entiendo que el virus del poder consume a muchas almas bien intencionadas y ensalza a aquellas almas negras que lo han buscado toda la vida, y que solo los grandes estadistas, aquellos que tienen la humildad y la paz espiritual como armadura, logran resistir su acometida, en beneficio de sus gobernados.

Y entiendo que solamente los grandes estadistas entienden que no hay verdad absoluta y que su obligación primordial es respetar la verdad de cada ciudadano y proteger su derecho a expresarla libremente.

De modo que no me sorprenden los insultos ni el hostigamiento desde el poder supremo para imponer una verdad, que solo el miedo y la autocensura que este genera la sostienen.

Verdad que disfrazada de humanista y solidaria agrede y vilipendia abusivamente a quienes solo tenemos la palabra para defendernos.

A quienes, pese a la colección de insultos que recibimos, por pensar diferente, dormimos en paz todas las noches.

“¿Qué es la verdad? Pregunta difícil, pero la he resuelto en lo que a mí concierne diciendo que es lo que te dice tu voz interior”. Mohandas Karamchand Gandhi.