Este era el título original de la película que aquí se exhibió con el título dulzón y cursi de Al otro lado del corazón. Se trata de una buena película de tema doméstico, que alcanza cierta hondura psicológica en determinados tramos. La historia toca tangencialmente el tema del posible contacto de universos paralelos a través de túneles en el espacio-tiempo, que crearían un laberinto similar a las madrigueras de los conejos. Por si acaso, el filme no tiene nada de ciencia ficción. En una lograda escena dos protagonistas conversan sobre la teoría de los universos paralelos y especulan con la posibilidad de que, si uno es desventurado en este universo, su doble puede ser feliz en otro. Seductora idea, sobre todo si consideramos que atravesando esos pasillos espaciales pudiéramos llegar al lugar en que no seremos desdichados.

Jorge Luis Borges juega en varios de sus cuentos con ideas similares. El más complejo de ellos es, sin duda, El jardín de los senderos que se bifurcan, sobre un laberinto que a la cuenta es el tiempo. En otra ficción nos cuenta de una secta que consideraba que todos tenemos un doble, al que le sucede exactamente lo contrario; un seguidor de tal doctrina mató a su hijo al aplastarlo con una esfera de cobre, lo que hizo con el fin de que el doble volara. Y en cierto lugar de su obra especula el argentino que “acaso el rústico poema del Cid es el contrapeso exigido por un solo epíteto de las Églogas o por una sentencia de Heráclito”, porque todo tiende a equilibrarse. Los tres casos son distintos, pero en síntesis reflejan lo mismo, que de alguna manera todas las cosas son posibles en un lugar del espacio tiempo. Y, por tanto, existe ese punto en el que nos alcanza la dicha.

Las cosas están profundamente interrelacionadas, es improbable o imposible que nos ocurra exactamente lo contrario en un sitio exactamente igual. Peor si vamos a hacer exactamente lo mismo. Entonces, en otro universo mi doble puede ser feliz, siempre y cuando no se haya metido en esta circunstancia en la que he venido a parar por mis propias decisiones. Esa gran novela que ha escrito mi réplica no es el contrapeso de mis chambonadas, sino del esfuerzo de lectura y escritura que ha hecho esta hipotética copia mía, en un entorno sustancialmente similar. Para los colectivos las cosas no deben ser demasiado diferentes. No es concebible un universo en el que haya un Ecuador próspero y legal, en el que los mejores espacios naturales se conserven, porque nunca desatamos las causalidades suficientes para llegar a ese resultado. Estamos en el momento que nos hemos ganado. No es posible entonces soñar que en un universo distinto haya un Ecuador que vuela, solo porque nos hemos puesto encima la pesada bola de bronce de un modelo parasitario basado en el extractivismo, normado por rústicos códigos que no garantizan leyes ligeras y justas en un mundo paralelo.