Detrás de la controversia acerca del puerto de Guayaquil se encuentran dos tentaciones muy poderosas a las que suelen estar sometidos quienes ostentan el poder: (1) el deseo incontenible de gastar más; y, (2) la fatal arrogancia de creerse capaces de planificar la vida de otros mejor que esos individuos lo podrían hacer por sí mismos. Como resultado de esto, en Ecuador tenemos suficientes elefantes blancos como para hacer un museo.

Empecemos por descartar la idea de que el puerto de Guayaquil está colapsado. Según los datos de la Subsecretaría de Puertos y Transporte Marítimo y Fluvial, la Autoridad Portuaria de Guayaquil y los puertos privados que operan en Guayaquil han venido procesando una cantidad de toneladas métricas cada vez mayor entre 2009-2012. Además, según la misma Subsecretaría, por Guayaquil ingresaron y salieron del país 91% de los teus (contenedores de 20 pies) en 2012. De acuerdo a Álex Villacrés, exsubsecretario de Puertos, el puerto de Guayaquil tiene capacidad para manejar el paso de hasta 3 millones de teus. Esto implicaría que el puerto tiene una capacidad ociosa de 52%. Por otro lado, tampoco es cierto que la definición de crisis es tener un puerto con un calado inferior a 15 metros. Algunos de los puertos más importantes de Sudamérica como el de San Antonio (Chile) y el de Buenos Aires (Argentina) tienen un calado de apenas 11,8 metros y 9,4, respectivamente.

El calado no hace al puerto. Si eso fuera cierto, Esmeraldas y Manta ya hubieran atraído más carga, teniendo ambos un calado superior al de Guayaquil (11,5 y 12 metros, respectivamente). Nunca ha sido necesario llevar los puertos adonde están los buques, sino más bien diseñar buques que puedan llegar adonde están los puertos.

Pero este Gobierno le tiene fe al mantra “¡Constrúyelo y vendrán!”. Consideremos dos aeropuertos: (1) El Estado invirtió $ 53 millones en el aeropuerto de Santa Rosa donde hoy opera solo una aerolínea –la estatal Tame– para dar el servicio a un solo destino e incluso esta cantidad reducida de vuelos nunca se llena; y, (2) el aeropuerto de Tena, donde el Estado invirtió $ 43,6 millones, podría haber operado 1.680 vuelos en sus primeros siete meses de operación pero solo llegó a 84 vuelos. Este diario reportó que de este aeropuerto, con una pista apta para el aterrizaje de un Boeing 767 (capacidad de 250 pasajeros) salen vuelos con un promedio de 5 pasajeros.

De la misma manera, ahora el Gobierno pretende construir otro elefante blanco entre Posorja y Chanduy, que aun si llega a tener 15 metros de calado, no logrará tener el atractivo que tiene Guayaquil por ser la principal ciudad comercial del país. Sería mucho más barato y eficiente alentar mayores inversiones en el puerto que ha logrado posicionarse como el principal del país por la libre decisión de miles de empresarios nacionales y extranjeros, que suplantar su juicio causando todo tipo de costos adicionales al transporte de la carga que entra y sale del país. Todo esto se haría porque a un grupo de iluminados se les ocurre que lo que le conviene al país es que la carga se distribuya entre más puertos. Esto suena bonito, especialmente para quienes obtendrían los jugosos contratos con el Estado para construir los nuevos elefantes blancos.