La economía costeña se basa en la agricultura de cultivos de alto valor de mercado. Desde la preparación del terreno hasta el despacho del producto, distintos procesos agregan valor y generan ingresos a los proveedores de esos servicios.

Saliendo de Guayaquil hacia el noreste y sur hay grandes extensiones de bananeras. El banano se corta semanalmente, lo que permite solventar gastos de manera oportuna. Nadie exporta tanto banano como Ecuador.

Junto con las bananeras están los cacaotales. El Ecuador cedió hace mucho el liderato mundial, pero su cacao se considera el mejor del mundo.

En zonas de condiciones apropiadas se cultiva caña para los ingenios azucareros.

Hacia el norte, el banano alterna con plátano y lo reemplaza la palma africana. El auge de la palma es reciente y sigue en expansión.

En la cuenca baja del Guayas, tierras inundables, los agricultores optan por arroz para satisfacer la enorme demanda interna, la ocasional exportación a Colombia y últimamente las donaciones a Cuba, cuyos campesinos carecen de motivación para producir y el pueblo sufre hambre.

Cerca del mar las tierras pierden aptitud agrícola; el productor las destina a la acuacultura. Somos el mayor exportador de camarón de América.

Los ecuatorianos se lanzaron a la pesca del atún. Hace cuarenta años la Armada ecuatoriana estaba en conflicto recurrente en aguas territoriales con la flota atunera de San Diego, California. Hoy el Ecuador es la potencia atunera de América, y sus capturas se desembarcan y procesan en Manta y Posorja.

Con toda esta actividad ciertos pueblos de mediados del siglo pasado se han erigido en vibrantes ciudades que brindan servicios al campo circundante: Babahoyo se debe al arroz; Milagro, al azúcar; Quevedo, al banano; Santo Domingo, a la palma, aunque también al banano. Machala es polifacética: el emprendedor pueblo orense produce banano, cacao, camarón y hoy está en auge la minería de oro, metal que dio su nombre a la provincia. La Libertad y Salinas reemplazaron la declinante producción petrolera con el turismo.

Los productos salen por puertos: Manta, Puerto Bolívar y Guayaquil.

Este conjunto de ciudades intermedias a su vez tiene en la cima a una metrópoli, Guayaquil, que por economías de escala presta los servicios que las demás no pueden brindar. Aquí están las navieras, exportadoras, matrices de bancos, aseguradoras, grandes distribuidoras de productos, médicos especialistas, constructores, los mejores colegios, el aeropuerto internacional. Todos vivimos del campo.

¿Que hay que cambiar la matriz productiva? Sí, hay que progresar. Pero debe ser un proceso gradual: al surgir una nueva actividad más rentable, los agricultores, trabajadores, profesionales, estudiantes migran a la nueva actividad, y la anterior entra en gradual declinación.

Lo que no cabe es que se busque destruir lo que tenemos, antes de alcanzar lo nuevo que se desea. Brasil mira con envidia nuestra acuicultura, Centroamérica se frota las manos porque nos arrebata el mercado bananero, Perú coquetea impúdicamente con nuestra industria atunera.

Reemplazar la agroexportación por cultivos para el autosustento de familias campesinas es destruir valor y generar pobreza, como en Venezuela. Un sesgo antiexportador y antiagroindustrial de las políticas públicas mataría a la economía costeña.

No lo permitamos.