La economía, por definición, vive una continua tensión. La calidad de vida material está dada por el nivel de consumo, los bienes y servicios que se adquieren (mejoras en casa, vehículo, viaje, libro), pero la inversión (por ende el ahorro) genera en el largo plazo esa capacidad adquisitiva. Cuanto mejor se vive hoy, consumiendo un alto porcentaje del ingreso, peor se vivirá mañana. Es un delicado equilibrio que solo puede ser resuelto positivamente vía elevado ahorro (sacrificio en favor del futuro) y de inversión, siendo esta última de calidad y generadora de más producción como sustento de ingreso y capacidad de consumo futuros. Otro elemento para reflexionar es que de la inversión requerida (y el ahorro que la sustenta) la mayor parte es de carácter local, pero que hay un aporte externo muy importante, más por calidad que cantidad, y hay mutua retroalimentación entre las dos formas de inversión.

¿Qué ha sucedido en el Ecuador?:

1) El nivel de inversión total ha aumentado en tres puntos del PIB (es la mejor medida: cuánto del ingreso destinamos a la inversión).

2) Dentro de esto la inversión estatal ha aumentado 7 puntos, lo cual implica que la inversión privada ha disminuido al menos unos 4 puntos (no en dólares, pero sí en relación con el tamaño de la economía) y peor aún si no contabilizamos la inversión en vivienda que no es generadora de producción futura, aunque sí mejora calidad de vida (cuando no es parte de un simple círculo de especulación de precios).

3) La inversión extranjera es paupérrima. Según cifras de Cepal, no alcanzamos los 500 millones de dólares, mientras Perú y Colombia están en alrededor de 15.000 millones, e incluso Costa Rica nos supera en 5 veces. En dólares, en relación con el PIB o por habitante son cifras lamentables.

¿En resumen? El Gobierno invierte mucho más y los privados menos, pero no nos engañemos: lo uno no compensa lo otro. Porque manejan lógicas distintas. La inversión estatal se basa en un presupuesto financiado en general con el dinero “caído del cielo” del petróleo y se prioriza por decisiones de planificadores alejados de la economía, mientras el privado lo hace arriesgando su dinero y con base en necesidades que cree detectar en los futuros clientes. También tienen espacios distintos: la inversión privada, nacional y extranjera, genera capacidad productiva y desarrollo futuros (sin ella no se puede cambiar la famosa matriz productiva, por ejemplo), mientras la inversión pública genera un mejor entorno para la primera: rutas, energía, alcantarillado, escuelas, hospitales, etcétera. Sin dinamizar la inversión y empleo privados, la inversión estatal se torna un cascarón vacío.

¿Por qué la inversión privada no suma (más bien resta) en el país? Diversos factores: nos cerramos al exterior (no hay acuerdos de comercio, como tienen los vecinos, y la combinación ISD/ aranceles/cupos son un freno enorme), hay animadversión al sector privado (el Estado es el único “bueno” que se ocupa del bien común), la incertidumbre (laboral, tributaria, jurídica), la excesiva tramitología y más… ¡Hemos perdido 6 años, que no se recuperan fácilmente!