“No hay espacio” y la crisis migratoria “no va a mejorar”, advirtió el alcalde de Nueva York, el demócrata Eric Adams, el lunes, en reacción a las largas filas de migrantes africanos y latinoamericanos agolpados al exterior del hotel Roosevelt que esperan alojamiento.

Este mes, el alcalde Eric Adams ya anunció que se vería obligado a poner fin a la política de dar alojamiento indefinido para cualquier migrante y dio un plazo de sesenta días para los que llevan mucho tiempo acogidos en los albergues para que los abandonen y busquen otro lugar, recurriendo si es necesario a “amigos o familiares”, con el fin de asegurar que las familias con niños consigan un sitio.

Este miércoles, Adams anunció que el centro de ayuda para solicitudes de asilo de la ciudad ha apoyado a los inmigrantes a enviar más de 1.300 solicitudes de asilo desde que comenzó a finales de junio, para que miles de familias den un paso más hacia la obtención de la autorización de trabajo. Al mismotiempo, anunció que un consorcio de las principales instituciones de educación superior, liderado por la Universidad de Nueva York (NYU), proporcionará universitarios para ser asistentes de solicitud de asilo.

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“La crisis humanitaria que enfrenta la ciudad de Nueva York es un momento único en una generación que requiere que nuestra ciudad reúna a todos para encontrar el camino a seguir”, dijo la jefa de gabinete de la ciudad de Nueva York, Camille Joseph Varlack.

“El anuncio de hoy muestra que todavía tenemos socios que pueden enfrentar este momento sin precedentes. Los solicitantes de asilo han dejado en claro que quieren trabajar y contribuir en su búsqueda del sueño americano, y esta colaboración acerca a nuestra ciudad un paso más para hacer realidad ese deseo”.

“La ciudad de Nueva York seguirá haciendo su parte, pero necesitamos que el gobierno federal acelere el proceso de autorización de trabajo para ayudar a las familias a comenzar su camino hacia la independencia”.

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Nueva York, ciudad santuario

En el último año han llegado más de 93.000 personas -la mayoría latinoamericanos y en particular venezolanos y centroamericanos- a esta ciudad santuario que por ley está obligada a ofrecer un techo gratuito a quien lo solicite.

Casi 106.000 personas, entre ellas unos 54.000 migrantes, viven en albergues, hoteles o locales habilitados por la ciudad, según las autoridades.

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Las autoridades demócratas neoyorquinas, que en las últimas semanas han tratado de disuadir a los migrantes de venir a la Gran Manzana, dan ahora prioridad a las familias con niños pequeños a la hora de conceder un alojamiento gratuito. La estancia máxima para hombres solos es de 60 días.

Adams se ha reunido con las autoridades federales para tratar de encontrar una solución, que pasa, según él, por más controles en la frontera, decretar el estado de emergencia y ayudas federales para lidiar con esta ola migratoria.

Sobre todo quieren evitar que esta urbe de 8,5 millones de habitantes y meca del turismo con 56 millones de visitantes el pasado año, se parezca “a otras ciudades donde hay carpas en cada calle”, anunció el alcalde.

Debajo de puentes de las autopistas que atraviesan algunos barrios de la ciudad, como Brooklyn y Queens, las carpas empiezan a formar ya parte del paisaje.

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En busca de una vida normal

Abdoullahi Diallo, que se fue de Mauritania en busca de “democracia” y “respeto”, es uno de los centenares de migrantes, la mayoría africanos, que esperan un alojamiento en un Nueva York, donde el alcalde ha colgado el cartel de “no hay espacio”.

El joven mauritano, de 25 años tardó más de dos semanas en llegar desde su país natal a la ciudad de los rascacielos, cincelada por la inmigración a la históricamente acogió con las puertas abiertas.

Pasó por Estambul (Turquía) desde donde voló a Nicaragua -principal puerta de entrada al continente para la mayoría de los inmigrantes consultados-, antes de llegar a la Gran Manzana, en un viaje que, asegura, le costó más 8.000 dólares.

“Hemos venido a Nueva York porque no tenemos una vida normal en nuestro país, estamos hartos, incluso si estudias, aunque tengas edad de trabajar, no tienes trabajo”, dice tras rememorar el “sufrimiento” vivido en el largo periplo por países que “ya ni recuerdo”. Sin embargo, no olvida que en México, “policías enmascarados nos robaron todo el dinero”.

Como Diallo, jóvenes africanos del África Occidental, sobre todo de Mauritania y Senegal, que huyen de la inestabilidad política y la falta de futuro, son ahora el grueso de los migrantes que buscan ayuda en el centro de acogida de la alcaldía de Nueva York instalado en el Hotel Rooselvelt, a un paso de la emblemática Quinta Avenida.

Algunos llevan esperando más de una semana, durmiendo en cartones en plena calle en las afueras del centro a la espera de ser alojados. Voluntarios reparten comida y agua.

A un latinoamericano acompañado de su esposa que no quiere dar su nombre por temor a que repercuta en su situación -”ayer nos dijeron que no habláramos con la prensa” - les reubicaron la semana pasada, tras dos días de fila, en unas colchonetas en el piso en un hotel de la ciudad.

Pero este lunes los trajeron de vuelta al centro de acogida en busca de una solución más duradera. Mientras tanto, duermen en butacas en un salón del hotel, dice a la AFP. “Nos dicen que tenemos que esperar”, asegura. (I)