Cuando se recorren los pasillos del hospital de Solca en Guayaquil, cuando se habla con Charlie, un taxista que ha superado el cáncer, o se conoce la historia de Abel, un pequeño que falleció de leucemia a los 10 años, tienen sentido las duras palabras de Modesto Apolo al referirse a otro tipo de cáncer, a uno que corroe la sociedad entera: “La corrupción no es solamente un delito, es un crimen contra la vida, contra la salud, contra el derecho de los ecuatorianos a una mejor calidad de vida”.