Mishell Sánchez González

Los rincones de Guayaquil albergan una serie de personajes en cuyas manos poseen la facultad de crear. Muchas veces, este don es heredado, generando así una familia de artistas. Tal es el caso de Julián Macario Estrada, maestro soldador y cabeza de un hogar en el que sus integrantes han hecho del arte parte de su vida.

El taller, situado en Barrio Lindo, en el suroeste de Guayaquil, es un encuentro entre herramientas, cuadros de pinturas, construcciones de madera, cerámicas y un jardín con flores violetas, una mezcla artística propia de los Estrada.

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Macario, como lo conocen en su barrio, lleva 30 años dedicándose a la cerrajería, plomería y carpintería, oficios que aprendió en diferentes trabajos. La ebanistería y la mecánica también son parte de su día a día.

Recuerda que los mejores momentos fueron en la época del sucre, cuando los ‘cachuelos’ abundaban y el pago era mayor. Actualmente no alcanza a recaudar un sueldo básico, pero esto no lo preocupa ya que recibe su jubilación y el oficio lo toma como distracción.

El maestro de 67 años dice sentirse contento por cumplir uno de sus grandes sueños: su taller de cerrajería. Cuenta que cada herramienta adquirida trajo consigo un gran esfuerzo. Nunca pensó que el taller iba a ser compartido con su hijo menor, Víctor, diseñador y productor audiovisual, y ahora su compañero de trabajo.

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Víctor reconoce que la paga no es la más alta. Él realiza desde dibujos con carboncillo hasta animaciones digitales bajo la técnica de stop motion, además de construir escenografías y utilería para teatro. Esta última actividad la fusionó con el oficio de su padre y los conocimientos de mecánica de su hermano mayor, Ernesto. Juntos crearon el avión de la obra El Principito, presentada en diciembre pasado en el Teatro Sánchez Aguilar. Macario recuerda con emoción cuando fueron a ver su creación sobre el escenario.

En el taller se ofrecen cursos de pintura, entre otros. Se lo puede contactar en victorestradadajara@gmail.com. (I)